Adoración completa
Arranco sentado a sus pies, con mis piernas cruzadas, me inclino sobre mi cadera, hundo mi cabeza entre sus muslos, pero lejos de la pija todavía, le tomo las manos y me quedó así, masajeándole las manos. Esta es la dedicación de la adoración. La adoración es un tiempo durante el cual le voy a dar el tratamiento de dios en vida. Le masajeo los pies, me tomo un buen rato, lo hago a conciencia. Sus pies son jóvenes, rosados y carnosos, el color parece brillarles desde adentro. Él es joven, lo sigue siendo, (veinticinco?, veintiséis?, no creo que más) a pesar de haber comenzado a venir conmigo hace tantos años. Para masajear el empeine apoyo su pie sobre mi esternón, sus dedos tocándome la base de la garganta, si apoyo un poco mi peso encima suyo puedo yo mismo, con su pie, cortarme un poco la respiración. Me gusta sentir el peso de su pie contra mi garganta. Tomo el pie por el tendón de aquiles y beso, lamo y mordisqueo el talón. Esto, más allá de la adoración, tiene, en sí, una función terapéutica, pero es la parte de adoración que hace que su pija se empine en 1, 2, 3 segundos de tener su talón en mi boca. La respuesta de su pija es mi luz verde, recorro hacia arriba la planta de sus pies, besándosela hasta el metatarso, donde me detengo a darle el mismo tratamiento que al talón, pero más suavemente. Subo hasta la base de los dedos, que quedan presionando a la altura de mis ojos. Voy metiendo cada una de las yemas de los dedos en mi boca, no dejo ninguna sin estimular. Cuando termino con ese pie su pija esta que revienta de lo dura que quedó, le doy un pequeño saludo con una mano, un toque suave sobre el tronco, para reconocerla y darle mis respetos. Repito con el otro pie, ahí él ya corresponde a mi adoración con pequeños movimientos de los dedos de los pies, que va curvando para meter en mi boca. Durante todo el masaje de sus piernas voy a tratar de mantener alguno de sus dos pies en contacto con mi boca o con mi cara. Durante el masaje de gemelos, con su rodilla doblada, tengo a su talón apoyado en mi clavícula y yo inclino la cabeza mientras lo masajeo, sea para besarle la planta o dejar abierta mi boca mientras tantea mi cara con sus dedos y metérmelos. La pija durísima tiene, así que antes de pasar a los gemelos de la otra pierna me inclino sobre mi cadera y abro bien grande la boca para meterme la pija bien hasta el fondo de la garganta y subir unas dos o tres o veces, o cuatro o cinco o seis, no las cuento, antes de seguir por la otra pierna. Con esta otra pierna no se me da tan bien el ángulo de fuerzas, así que no soy tan efectivo, y el pierde un poco la erección, pero cuando vuelve a tantearme la cara con sus pies se le pone durísima de vuelta. Cuando termino con los segundos gemelos, se la vuelvo a chupar y paso a cuádriceps del lado contrario. Ahí no puedo hacer mucho más que masaejarlo los cuádriceps, porque su pierna queda cruzada en cruz sobre mi cabeza, y apenas tengo ángulo para besarle los lados externos de la pantorrilla. Pero para masajearle el punto marma del muslo interior vuelvo a estirar su pierna en el eje, de manera tal que la planta de su pie queda presionando con fuerza contra mi cara, así que puedo estirar los brazos y lamer y adorar sus plantas. Esto le vuelve a poner la pinga al recontra palo. Antes de pasar a la otra pierna, en vez de chuparle la pija, le adoro los huevos, se los voy besando desde todos los contornos, y también los pliegues que hacen las piernas y la pelvis, a la altura de la articulación coxo femoral. Beso la base del tronco de la pija y no me voy a la otra pierna sin antes volver a metérmela entera hasta el fondo de garganta, uno dos, o diez veces, no las cuento. El tiempo normal no existe en el tiempo de la adoración. Repito con la otra pierna. Esta vez la segunda pierna me sale tan bien como la primera. La erección del pibe sigue firme. Lo recorro con mis manos aceitadas desde los hombros hasta las plantas de los pies, dreno sangre desde los muslos en dirección a la pelvis. La pija le revienta de toda la sangre que va acumulando en sus cuerpos cavernosos. Me inclino y le beso las manos, con adoración, literalmente, con adoración, siento su pija latir junto a mis oídos, cuando paso hacia el otro lado, para besarle la otra mano, le rozo la pija con mi cara. En la segunda mano el me responde con un leve, muy leve, movimiento de los dedos, acariciándome apenas la cara con las yemas. Él no deja de adoptar, todo el tiempo, la actitud del dios al que se le rinde la adoración. Conoce su sitio. Estiro los brazos para masajearle los hombros y bajar hasta los tríceps, que los ha desarrollado hasta hacerlos destacar por su volumen, su pija me queda a la altura del centro de mi cara, debajo de las ventanas de mi nariz, la huelo, el olor es el del presemen, la lamo, y así, lamida, la apoyo para que resbale sobre las ventanas de la nariz, el me responde irguiendo la pija para presionarla más contra mi cara. Yo abro la boca y me la trago. Y la vuelvo a sacar y repito todo el proceso desde hombros y tríceps, hasta la pija en la nariz y luego bien adentro de la garganta. Varias veces. No las cuento. En tanto su pija sigue firme, el proceso sigue en marcha. Le pido que se dé vuelta para hacerle la espalda. Queda boca abajo, su pija apretada en postura invertida, de manera tal que la sangre queda apretada en el tronco, abre sus piernas para que yo me siente en sus muslos, reclino mi espalda entre sus piernas, sus pies a la altura de mi cabeza y, con mis talones embadurnados en aceito subo y bajo a lo largo de sus músculos paravertebrales. Inclino mi cabeza hacia un lado y otro para besar las plantas de sus pies, el apoya sus plantas contra mi cara y busca, de nuevo, mi boca con sus dedos, para así ir metiéndolos. Termino con un masaje fuerte de glúteos con mis propios talones, haciendo fuerza desde mi cadera, mientras él, muy excitado, me aplasta la cabeza entre sus dos pies. Durante el masaje cervical me ocupo especialmente de las vueltas de la oreja, quedándome en esas partes que nunca nadie toca, él se sentó y, desde arriba de los hombros, puedo ver cómo la pija la tiene a medio asta, le termino de repasar la espalda y luego la coronilla, le estimulo el hueco craneal, en la coronilla a través del cual, si dios quiere, en algún momento de su vida va a encontrar la iluminación, ojalá que la encuentre, sí. Luego me siento a su lado, para lo que sería, en una sesión común, el final feliz, pero esto viene sexuado desde el vamos, porque, bueno, así es una adoración. Me inclino sobre mi cadera y me dedico a chupársela, él va deslizando su mano, poco a poco, y como si no se diera cuenta, hasta agarrarme la pija a mí, y me empieza a hacer la paja mientras se la chupo, muy muy suavemente, como si su mano hiciera algo de lo que él no estuviera al tanto. También beso todo su abdomen y sus pezones y sus axilas. Le gusta que le bese los pezones, que le estruje los pectorales esos tan desarrollados que tiene. Le rasco la cabeza con suavidad y el apoya su rostro en la parte interior de mi antebrazo mientras me sigue haciendo la paja y yo chupándosela. Me busca las tetas con la otra mano. Somos un nudo de extremidades y pijas que se pierden en el tiempo de mi adoración. Yo no dejo de chupársela. Me sumerjo en el tiempo presento, donde estoy ahí, dedicándome entero, con todo mi corazón, a adorarlo, sí, adorarlo con todo mi cuerpo y todo mi corazón, sin ningún otro objetivo que no sea su adoración, ninguna otra imagen ocupa mi mente salvo la de él como un dios al que me entrego. Nos detenemos varias veces para evitar el orgasmo del otro. Para su eyaculación vuelvo a sentarme entre sus piernas, mientras él se da unos últimos toques con su mano, me avisa cuando la leche vuelve a estar por salir y yo ahí me meto la pija en la boca y me la tomo, tiene saber metálico, no es mucha leche, debe haberse hecho la paja antes de venir. Me fijo en el reloj, pasaron dos horas desde que comenzamos, así es una adoración completa.
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