El profe de educación física y el amor
Este pibe ha venido durante mucho tiempo, es uno de los que ha tenido el trato especial de poder venir de onda cuando quisiera, no porque fuera particularmente hot, sino porque tiene algo de pibe de barrio, buenazo, que me pudo. Un chico de zona sur, profe de educación física de escuelas públicas, que lo que hace básicamente es darles una pelota a los chicos para que jueguen y se distiendan un poco de la vida horrible de su escolaridad, transita su bisexualidad con naturalidad, acostándose a veces con hombres, a veces con mujeres, y vive con sus viejos, a los que cuida, no tiene el cuerpo deformado de gimnasio, sino el cuerpo sano de un tipo que hace deportes y vive del deporte, su principal problema ha sido, y sigue siendo, la eyaculación precoz. Hacía bocha que no venía a verme y yo le aclaré que estaba cambiado, que ya no era el mismo, que necesitaba madurar, no sólo interiormente, sino también en mi apariencia, que tenía cierta necesidad de comenzar a verme como un hombre maduro, un dilf se si quiere, también, porque la maduración interior tenía que ir, de alguna manera, unida a la maduración exterior. El lunes pasado estuve con este otro tipo que me pagó para que le adorara los pies por una hora y, sinceramente, si bien la plata ayudó, me hizo sentir tan mal hacerlo, volverlo a hacer, en realidad, que fue como si se me apagaran los sentimientos en el corazón y eso derivó en una depresión tal que, todavía hoy a la mañana, cuando me mensajeó este chico, yo la estaba queriendo remontar, y la estaba queriendo remontar dándome cuenta que lo que me había deprimido había sido volver a recibir guita por una sesión. Ya ni siquiera quería tener sexo, pero el profe de educación física me insistía, yo le decía primero esto de que me dejé las canas y que me veía más maduro, y él me respondía que no le importaba, después le aclaré que tenía lastimada la boca y que no se la iba a poder chupar, y ahí me respondía que no hacía falta, que quizás pudiéramos tocarnos un poco, y yo entonces, que ya estaba, después de varios días de depresión, bastante triste, le dije que muy bien podría tener un poco de afecto, porque afecto era lo que me había faltado el otro día con el tipo al que le adoré los pies y quizás esta vez fuera diferente y me sacara del pantano emocional en el que había quedado, así que le di cabida y cayó a la media hora. Vino, se bañó y se desnudó sobre la camilla, esperando mis indicaciones, con la pija a medio parar, porque bueno, en mi gabinete se ha acostumbrado a que fuera yo el maestro de ceremonias, que lo guiaba para tener una buena experiencia sexual. Yo me desnudé también y me senté al lado suyo, le dije que nos sentáramos enfrentados, no pensaba darle un masaje, quería que nos tocáramos y yo ver si podía participar también del placer, no tenía que ser servicio, porque no quería repetir el trauma de la vez anterior, donde yo había quedado afuera por completo del placer. Así que nos sentamos de frente, coloqué sus piernas extendidas por encima de las mías cruzadas y le llevé sus manos a mis pezones, "ya te había hecho tocarme los pezones?" le dije, "sí, sí, creo que sí" me respondió tocándomelos, y tocándomelos muy bien, porque sentí cómo el estímulo sexual me recorría toda la columna vertebral desde el cerebro hasta la pija, que se empezó a alargar, bien firme. Yo le agarré la cabecita de la pija, subiéndole bien el prepucio por encima del frenillo, y le empecé a dar así un masaje suavecito por los bordes del glande. Hacía mucho que nadie me daba placer así, me sentía como una planta a la que regaran después de muchos meses, el placer que me daba a través de los pezones siendo como el agua que humedeciera mi tierra hasta las raíces mismas de los huevos. La recepción del placer por mi cerebro me hubiera dejado mudo, extático en esa dinámica en un presente sin solución de continuidad, con la mente en blanco, pero tenía que llevar adelante la situación, y entre los resquicios que me dejaba la percepción de los estímulos le hablaba al chico, le preguntaba por su vida, por sus padres, por sus novias y novios, por su eyaculación precoz, y todo estaba, me respondía él, en la misma situación en la que lo había dejado la última vez que nos habíamos visto, "así te la bancás sin eyacular?" le dije, sin dejar de masajearle suavecito la cabeza de la pija, "sí, sí, así estoy joya" me dijo, con una sonrisa radiante, y me agarró la pija para sacudírmela, como seguramente se la sacudía él a la suya cuando estaba solo, a lo bestia, "no, no" lo corregí, a mi pija la tenés que tratar con suavidad, ves? así", le mostraba tocándole la suya, y así nos quedábamos los dos con el masaje cruzado de glandes un rato, pero yo, la verdad, por más que a él le gustara más tocarme la pija, la pasaba mejor cuando me estimulaba los pezones, así que le pedía que volviera a la dinámica anterior, y es que yo estaba decidido a que esto no fuera un encuentro de servicio como el que me había dejado tan mal, la vez pasada, quería pasarlo bien yo, compartir el gozo, y estaba gozando con él, con este chico tan bueno, tan suave, al que, después de tantos años de atenderlo, consideraba un amigo, y entonces le dije "te puedo besar?", porque nunca nos habíamos besado, "con los labios cerrados, querés?", "sí, nunca nos besamos!" y él sonreía y yo lo besaba, como se besan los chicos, así, sin lengua, ni saliva, besos castos de adolescentes sonrientes, pero el me masajeaba la punta de mi pija y le masajeaba la suya, como chicos escondidos en el recreo del colegio, y sentía su pija que se había puesto re dura, y mi pija también, y no sólo mi pija se encendía, mi corazón sentía que se me encendía con el mismo tipo de placer sensual, era la misma sensación de intensidad que sentía en la pija, lo sentía en el corazón, como si mi corazón tuviera un clítoris o un frenillo que estuviéramos estimulando a fuerza de besos, y esas dos estimulaciones combinadas, la que sentía en la pija y la que sentía en el corazón, se me disparaban hasta la cabeza, donde alguna glándula se debe haber visto activada porque era como si el cerebro entero comenzara a sumergirse en una sensación paradisíaca de bienestar físico que, de tan intenso, nublababa la vista. Era como hacer el amor. Sí, eso era lo que necesitaba para salir de mi depresión, dejar de lado todas esas sesiones sórdidas de servicio sexual donde yo me degradaba hasta el rango de puta y hacer así el amor, como un adolescente, y qué loco, porque yo lo que quería supuestamente era madurar en paz, no sólo era por reinvindicar mi realidad madura de Dilf sino porque, para madurara, necesitaba dejar de lado el ser un objeto de gratificación sexual. Y ahí estaba sintiéndome un adolescente. Qué confuso todo. Casi le dijo "te puedo decir amor?", pero me pareció que no daba, que era demasiado, así que le dije al pibe "me la querés poner?" y él se mostró entusiasmado "sí, hasta ahora nunca se dió!" como tampoco se habían dado los besos, pero mirá que bien que estaban resultando. Me pidió que tuviera cuidado cuando le pusiera el forro, porque se estaba excitando demasiado y no quería acabar. Yo le dije que me gustaba que me cojieran, primero, con la punta de la cabeza, que se fijara que, en su pija, su mayor sensibilidad estaba en el frenillo y los bordes del glande y que, al principio, sólo me cojiera con esa parte, que metiera y sacara hasta el frenillo y los bordes del glande, y que ya iba a ver cómo, solito, el culo iba a reclamar el resto. También quise probar que me cojiera conmigo acostado de frente, mis piernas encima de sus hombros, porque era una posición que yo nunca utilizaba, porque cuando daba servicio sexual siempre tenía que ser yo quien cabalgara, o ponerme de espaldas sacando la cola como una yegua, pero que esa era la manera que me daba más placer porque podía verle la cara mientras me la fuera a poner, porque quería sentir la experiencia lo más lejana posible de mis prácticas de trola. Pero entonces el tuvo una pequeña vacilación al meterla, como que no terminaba de encontrar el punto de inserción y, cuando yo le agarré la cabeza de la chota para que me enfilara bien sobre el ano, él exclamó "cuidado, que me excito demasiado!" y suspiró y se fue en leche antes de entrar. Uf, la eyaculación precoz, que había sido siempre su problema. Y un montón de leche sacó, se ve que tenía mucha acumulada. El descargó todo su peso encima mío, con todo el peso de lo que para él era una derrota continua con ese asunto, y empezó a transpirar. Lo abracé y le dije que no se pusiera mal, que igual me había hecho gozar mucho, lo cual era cierto, y que, en realidad, la práctica que más le convenía era la que habíamos hecho en un principio, donde nos habíamos mantenido tanto tiempo extáticos tocándonos nuestros puntos sensibles, porque ahí sí que no se había ido en seco y la habíamos piloteado re bien. Nos volvimos a vestir y ya cuando estábamos saliendo me dijo "bueno, cuánto te debo?" y eso me descolocó absolutamente, "me estás jodiendo?" le dije "no es nada", "no, no, en serio" me insistió, y ya estábamos llamando el ascensor, y yo me agarré la cabeza y escondí la mirada, confundido, porque si le había dado via libre histórica al pibe este, sin pedirle plata nunca, porque me caía bien, porque me recordaba cosas lindas de mibarrio, y siempre había pasado por otro lado, y más esta vez, sobretodo esta vez, que yo había dejado la posición el servicio por completo de lado y había privilegiado mi placer, para compartirlo con el suyo, por qué justo esta vez él insistía con pagarme, no lo entendía. Ya dentro del ascensor, él, que posiblemente tomara mi silencio aturdido por un consentimiento, sacó la billetera y me puso él sólo la guita en el bolsillo, con la sonrisa de quien siente que hace una buena acción, pero sin darse cuenta de que, en realidad, volvía a destruirme, porque me hacía notar que, donde yo había creído ser tomado como un amigo con quien compartir un momento de afecto, él sólo veía había visto una puta, una puta comprensiva y buena onda, pero puta al fin. Igual se lo acepté, mala mía.
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