El peso de una chota

Me dice que tiene disfunción eréctil a partir de una operación de próstata. No se le para bien. Le pregunto si puede disfrutar con un masaje de próstata y pone mucho énfasis en que no quiere nada que le entre por el ano. Es sólo activo. Si bien con problemas, puede parársele, pero nunca lo suficiente como para hacer una penetración activa. Yo le digo: entonces, si te la chupo, la podés llegar a pasar bien. Sí, claro, me dice. Entonces quedamos en esa. Todo esto lo hablamos antes del masaje, también antes del masaje, le digo que nos toquemos un poco, porque noto que lo necesita para sentirse cómodo. Así que nos sentamos uno frente al otro y nos tocamos un poco. Le pregunto si me gustan los pezones (yo siempre voy al punto), él me afirma que sí, y añade que me encuentra muy atractivo. Yo lo invito a besarme las tetas. Lo hace muy rico, se me para. Eso es bueno. Pegamos buena onda. Le revuelvo los pelos en la cabeza y le digo, cuando soy un buen chico, que me gusta que me besen las tetas, así. Cuando terminamos con el masaje arrancamos desde esa misma posición. Le gusta abrazarme, me dice que le gusta particularmente apoyarme la mano "ahí". "Ahí" es la curvatura lumbar, justo arriba de la cola. Yo arqueo la cola para que sienta mejor la curva y el recorre toda la curva de mi cola con la mano, subiendo y bajando hasta las lumbares. Después vuelve a chuparme las tetas y a repetir que le gusto, salvo por el pelo, que le gustaría que yo tuviera más pelo. Yo me afeito la cabeza como una señal de servicio, la cabeza afeitada ha sido por siglos la marca de los esclavos, y el servicio sexual es una manera de ser esclavo en el siglo 21, así que para dar servicio es una costumbre que tengo ya la de prepararme así, más que nada para recordármelo a mí, que esa es mi ubicación, me dejo un mechón por si algún macho se quiere agarrar de ahí para guiarme los movimientos de la cabeza en el momento de la mamada. Para mamársela lo hago recostarse otra vez, y veo que su pija algo se ha hinchado, un poco de sangre fue hasta ahí. Se la tomo entre mis manos y le pego algunos golpecitos, buscando que tenga un poco más de grosor, pero sin mucho efecto. Cuando le bajo el prepucio, para ver si está limpio y da metérmelo en la boca, se encoge un poco y pierde lo poco que llevábamos ganado en el camino a la erección. Le vuelvo a preguntar: ¿te parece que la vas a pasar bien si te la chupo? Yo creo que sí, me dice. Entonces me la meto en la boca y, como notaba que no sabía qué hacer con las manos, se las llevo hasta mis pechos. Me los acaricia con suavidad y también recorre mis hombros, mi cabeza, mi cara. Todo muy dulce, muy tranquilo. Yo la estoy pasando bien por más que su pija esté mayormente floja, puedo chupársela todo lo que quiera de esa manera. Siente que se hincha un poco dentro de mi boca, así que sigo dándole. En un momento él me dice: "cambio de posición" y se incorpora y se queda parado encima mío, yo sentado con las piernas cruzadas a sus pies y así me la vuelvo a poner en la boca. Esta posición le da mucho más morbo, porque enseguida empiezo a sentir cómo el peso de su chota se va haciendo cada vez más grande sobre mi lengua. Relajo los labios, para no hacerle presión, que sea una caricia cuando entra y sale, y dejo que el trabajo mayor lo haga la lengua, que siente cómo la pija se va haciendo más y más pesada sobre ella. Puedo sentir así cómo su pija se despliega encima de mi lengua, dentro de mi boca, y pocas veces he sentido tan nítidamente el peso de una chota sobre la lengua, una nueva manera de percibir una chota dentro mío. El me acaricia la cabeza con mucha dulzura. Todo el tacto suyo es muy frágil, muy delicado, como su erección, cada vez más pesada, que sostengo dentro de mi boca. Llega un momento en que él no quiere que saque más la pija de adentro de mi boca, y yo ahí me quedo solamente con los movimientos de mi lengua para darle placer, de la base del tronco hasta el frenillo, ida y vuelta. Mientras el sostiene mi cabeza desde la nuca, hasta que siento que empieza a temblar del placer y gruñe con los estertores de un orgasmo, apretándome fuerte la cabeza contra la pelvis, como queriendo largar la leche bien dentro de la garganta. Una leche que no existe, porque luego de una operación de próstata, no soltás más leche. Luego del orgasmo él se queda sosteniéndome la cabeza apretada contra su cuerpo, la pija llenándome la boca hasta que se vuelve a ablandar. Cuando me libera la cabeza levanto la vista y lo veo inclinado sobre mí, buscándome la mirada y acariciándome la cara, emocionado.

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