El culo duro.

Cuando le hago el masaje hay veces en que noto su mirada sobre mí, con los ojos brillantes y una sonrisa que le amaga en la boca. Ha estado leyendo mis relatos y esta era una fantasía a cumplir, me dijo. Andá a saber qué imágenes conjura en su mente, que le hacen torcer así la boca, con esa sonrisa. Sabe que el momento en que me empiece a tocar los pezones va a marcar la transición en que paso a ser el puto de los relatos, le noto las ganas de tocarme y que solamente espera una señal para hacerlo. A mí me cuesta concentrarme en el masaje, sabiendo de su expectativa, pero finalmente llego al momento en que le agarro las manos y me las pongo sobre las tetas. Mi transformación la siento instantánea. En un segundo me vuelvo el puto esperado. No sé qué pasará en mi rostro, pero sí veo qué pasa en el suyo y es asombroso. Con él sucede un caso inverso al de tantos héteros que, cuando se cae la máscara de la vida social y comienza el sexo, revelando los verdaderos rostros de las personas, sacan desde dentro suyo a las maricas más afeminadas, porque este chico, que en apariencia resulta algo afeminado y frágil, de un momento a otro, comienza a vibrar con una energía masculina que me magnetiza. Pone la boca en trompita, una boca carnosa, y sin quitarme la mirada de encima, hace unos sonidos de apreciación del puto que soy. Le toco a él los pezones también, y los tiene super sensibles y goza tanto como yo. Me pide que no los apriete tanto, me demuestra con los míos cómo hacer con los suyos y yo sigo sus indicaciones, pero él a los míos los sigue apretando fuerte. Quizás demasiado, me hace doler, pero no le digo nada, porque no quiero cortarle el mambo, estoy fascinado por su transformación en macho dominante, que me tiene rendido ante su pija, que es el lugar donde todo puto de bien tiene que inclinarse frente al macho. Su pija es muy linda, carnosa y doblada hacia arriba. Me la meto en la boca sin vacilar y dejo que él siga tocándome. No me toca sólo las tetas, me recorre con sus manos, me agarra de la nuca y me hunde la pija hasta el fondo, me toma la cara con las dos manos y es que como si se tocara la pija, porque mi cara esta alrededor de su pija, dándole boca, y yo me siento dominado, pero no dominado por la fuerza, me siento dominado por su energía de dominio, que me tiene en sus manos. En momentos así, cuando han caído las máscaras que ocultan nuestros seres íntimos y junto a mí se revela la presencia de un verdadero hombre de dominio, me siento como un perrito en manos de su amo, y lo que siento por mi amo es amor sincero, amor físico. No importa que después pase, que no me vea más. En ese momento me dejo llevar por el amor agradecido del puto que reconoce a un macho. Él es muy dulce, muy respetuoso, me pide permiso para expresarse con libertad, antes de empezar a tratarme de puto. No puedo decir mucho más acerca de lo que pasó entonces. No sé bien qué paso, porque perdí el dominio de mi mente, el tiempo pasó sin que me diera cuenta, nos deteníamos de a ratos, porque él no quería acabar todavía, y yo me debaja llevar por sus manos, que me indicaban las maneras de someterme sobre su pija. Después sucede un episodio vergonzoso, en el que no puede hacer la cola. Me siento tan inseguro de mi cola, es divina para sacarle fotos, pero cuando la quiero usar sobre una pija, se me vuelve un armatoste grande e incómodo. Hay varios tipos de pasivos, están los pasivos que caderean con la cola que da gusto, que buscan su placer en la cola, y estamos los que, para complacer, lo que tenemos que hacer es ponerla firme y curvada hacia arriba, para que las pijas puedan hacer la presión que quieran. Una cola firme, que no se mueva cuando empujan las pijas, esa ha sido la manera en que mejor he podido satisfacer a los hombres que me la han puesto. Quizás esto sea porque nunca he podido gozar verdaderamente cuando me penetran, y que lo hago sólo por sentido del deber, por sentido del sometimiento que siente el puto cuando lo encara un hombre con la pija dura. Mi fantasía es ser penetrado alguna vez y disfrutar durante toda la penetración. Yo pensaba que este pibe lo iba a conseguir, porque me agarraba de los pezones mientras presionaba el glande contra mi ano. Yo sentía cómo se me abría el culo sin que me bajara la excitación, sin que se me bajara a mí mi pija, que estaba siendo algo milagroso. Pero la pija se resbalaba y el chico se cansó. Se rompió la magia. Pésimo. Es que me pasa eso, como receptor anal yo lo que puedo hacer es poner la cola bien firme para me emboquen y no mucho más. Soy un mal puto y me pesa. Para mí, la mejor manera de recibir pijas es con el tipo que haga presión sobre la cola hasta que se abra, pero no mucha presión, porque si no se desgarra y es una tragedia. Si vos ponés tu pija bien firme contra el agujero del culo, el agujero del culo, solito, se relaja y se la come. Cuando me han cogido así, para mí ha sido el paraíso terrenal. En serio. Sentís como toda esa pija te entra en el culo y lo disfrutás en serio y te sentís realizado como puto. Pero esta vez no se dió. El pibe se cansó y se sacó el forro. Me dijo que era en parte por la postura que yo había elegido, de parados, que había otras posturas que quizás pudieran haber funcionado, pero ya no importaba, porque se había cortado la magia. Me explicaba que la forma de su pija en relación con la forma de mi ano tendrían que haberse encarado de otra manera. O de costado o en cuatro. Y que mi culo era demasiado ajustado y que eso a él le molestaba, le gustaban los culos más holgados, no tan tensos. Le puse un guante de latex, porque sentí que se ponía a juguetear con la cola, así que estuvo unos momentos haciéndose la paja mientras me metía mano ahí y me daba besos en la boca. Pero también se cansó al toque, todo lo de la cola fue un fiasco atrox esta vez. Mi único consuelo es que no me escurrí del bulto y la cola la puse a disposición. Él se quedó parado delante mío, pajeándose, y yo me arrodillé para chuparle la pija. Y en ese arrodillarme mío recuperamos un poco la magia perdida, justo a tiempo de que me acabara en el pecho, chorreándome las tetas con su leche, mucha leche, hacía cinco días que no acababa. Cuando vi que había terminado de eyacular, limpié los restos que iban saliendo de su pija que se ablandaba contra la piel de mi cara.

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