Emputecido
Todavía me siento muy excitado. A la mañana el seguridad me pide pista. Me manda mensaje a las 6 y cortas, cuando termina su turno. Lejísimos labura, en conurbano norte, y después se tiene que ir hasta Ezeiza, así que pasa siempre por la plaza a las 7 y algo. Estoy entre caliente y frustrado, porque todavía no tuve un polvo como dios manda. Un buen polvo. De esos que te dejan vibrando. Y ya vengo de un par de patinadas en las que no fluyó. El seguridad se me pone en pelotas en la cocina, yo también y la tengo re parada. Me excita mucho verlo desnudo. Me encanta cómo tiene su cuerpo. Tan naturalmente lampiño y oscuro. Me ve la pija y me dice, medio en joda, "hoy estás activa?". "No soy activo" le reaseguro. Ya se lo he dicho muchas veces. Lo que pasa es que a él le gusta mi pija, la tengo más grande que él. Y le encanta agarrarla. Se la ha puesto junto a la suya, las dos con su misma mano. "La tuya es más grande", me ha comentado. "No, fijate bien, la mía es un poco más larga, pero la tuya es más gorda" re mentiroso yo, diciéndole eso, pero era una mentira blanca, de caridad, porque a él medio que lo conflictuaba. A mí su pija me cabe. Me gusta y me cabe. Así de chica, igual no es tan chica. Me coparía que me garchara por la cola. Pero a él le caben los petes que le hago y que le chupe la cola, y agarrarme la pija, y tirarme su leche encima. En ese orden. Es sistemático. Nunca me la ha chupado, o creo que sí, una vez se la metió en la boca y le pegó un par de chupadas, asegurándome después que "es la primera vez" que hacía eso. Él tenía otro amante puto, por Parque Patricios, pero no sé si la había chupado a él. Se le murió de covid durante la primera ola, el otro puto. Pobre. Una vez llamó para ver en qué andaba y lo atendió el hermano del puto, y le dijo que se había muerto de covid. Garrones. Me pregunto cuántos de los protagonistas de mis relatos se habrán muerto en la epidemia. Cada uno tenía su forma personal de tener un polvo, única e irrepetible. Aunque quizás muy parecidas unas a otras. Diferentes, pero parecidas. Lo bueno de vivir en Buenos Aires, es la variedad infinita de polvos que podés probar. Los chicos que hayan venido del interior, como yo, seguro coinciden conmigo. En una ciudad chica, como Mendoza, al quinto encuentro por Grinder corrés el peligro de levantarte a tu propio viejo, sin darte cuenta. Papelones imposibles. En Buenos Aires, un puto siempre va a tener una pija que le acabe encima. Es estadístico, los putos somos una minoría de chabones a los que les gusta la pija, frente a una amplia mayoría de chabones a los que les gusta lechear encima de lo que sea. Eso no nos deja en posición de ser ninguna princesa, a los putos, ese rol se lo quedan las noviecitas. Pero con un poco de humildad de parte de los putos, de saber ubicarse, se pone en orden la realidad, para satisfacción de todos. Es sólo hacerse cargo de nuestro lugar de putos y aceptar que los chabones se deslechen encima nuestro y después sigan sus caminos, a sus vidas armadas por otro lado. Si nosotros, cuando recibimos un lechazo, somos felices. Para qué negarlo. Es nuestro don, recibir leche. Igual éste, el seguridad, con ser tan habitué, se me emputece cada vez más, se me pone culo arriba, onda patitas al hombro, paro que le lama el ojete y después lo apoye. Es la primera vez que me pide que lo apoye. Pero la posición es muy incómoda y a mí se me baja, a pesar de que él, muy dedicado, se ponga a tocarme los pezones para mantener la erección. Ya se lo dije, no soy activo. Igual, algún día puede que me lo garche, pero para garchármelo lo voy a tener que besar. Y a él los besos no le caben, así que no sé, no la veo posible por el momento. Él eyacula encima mío, mientras está sentado sobre mi cara y me sacude la poronga, que se me volvía a parar.
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