Ecupé Acambusé

Este paraguayito es uno de esos casos de chabones que quedan mejor cuando se sacan la ropa. Por foto parece medio monstruoso, aunque se le nota la pija larga. En persona, pero con la ropa puesta, es un tapón, re petiso. Tampoco domina mucho el castellano, así que es todo muy sospechoso. Pero se saca la ropa y el cuerpo que tiene es re pero re bueno, todo a escala, chiquitito, pero fibroso y muy bien formado, con la piel muy blanca. Un guaraní de piel blanca. Es casi como un ejemplo perfecto de cuerpo armoniosamente desarrollado. Cada músculo en su lugar, con el tamaño correcto. Los serratos bien marcados, y a mí, no sé qué me pasa con los serratos, que me pueden, al menos de un tiempo a esta parte. Cuando le pregunto si no domina bien el castellano, medio que se ofende, me dice, muy circunspecto, y mientras se saca la ropa, que él entiendo español y portugués a la perfección. Esto se lo digo porque ya es la segunda vez que viene, y la primera vez le había sacado la ficha de que el pibe no hablaba mucho porque medio que no sabía bien cómo decirlo. O al menos esa era mi impresión. No quería ofenderlo. Le estaba masajeando las piernas y le seguía con el tema, pero onda bien amigable, para que le cayera la ficha de que me re cabía que hablara guaraní, le pedí que me enseñara alguna frase subida de tono en guaraní, le dije alguna frase guaranga, porque pensaba que "guaranga" era un término que venía del guaraní, pero no la entendió, así que le dije "bueno, una frase sexual". "Ecupé Acambusé". "Qué quiere decir?". "Chupame la pija". Bueno. Y dejé una pierna sin masajear y subí a chupársela. Ya la conocía esa pija, ya la había chupado, muy linda pija. Parecía más larga de lo que era en realidad, porque, en relación con su cuerpo chiquito estaba desproporcionada. Tenía de bueno que se ponía dura como roca. El pibe anda por sus veinticortos y se nota que no es demasiado pajero, porque el vigor viril era bien fuerte. La juventud es maravillosa. Los veinte años son maravillosos en estos chicos de vida sana. La salud se les nota en la pija. Uno, como puto, se siente tan honrado al servirlos. La vez pasada me había garchado, este pendejo, y había sido bien a lo bestia. Casi como una violación. Me había dado vuelta y me la había metido de una, y después me había cogido rápido, como lo hacen los perros, para acabar casi al toque. Muy muy bestia el pendejo. Cero sentimiento, cero habilidad, pura pija y ganas de vaciarse. Bien básico. Como si yo hubiera sido una puta paraguaya en la selva. Así que esta vez, cuando me dijo que volvía, me había separado dos broches de ropa para prendérmelos de los pezones, a ver si así yo me excitaba un poco y conseguía estar algo más dilatado cuando el chabón repitiera su ritual. Pero esta vez no quiso garcharme, debe ser que mis petes son mejores que mi ano. Igual, fue mejor, porque lo de los broches medio que no estaba funcionando, no me excitaban como me excitan las manos de un hombre cuando me los frotan, que hacen que se me abra tanto la cola y goce tanto con la penetración. Lo que sí me excitó y que me dejó pensando mucho después fue que, en el medio de la mamada, el pibe, bien bestia como era, levantó de golpe la cadera para meterme la pija más adentro de la garganta, y me presionó directo sobre la campanilla con el glande. Pero presionó mucho, como si hubiera sido un dedo bien gordo que me metiera para vomitarme encima, como hacen las bulímicas. La sensación fue horrenda. Arcadas. Vista nublada. Náuseas. Algo que, objetivamente, no me gustó, ni hubiera querido que se repitiera de ninguna manera y, sin embargo, hizo que se me parara la pija. Loco. Re loco. Cómo puede ser que algo que objetivamente no me gusta, que no quisiera que lo volvieran a hacer, me excitara? Mi sexo reaccionaba en sentido opuesto a toda mi consciencia. Como si mi naturaleza de puto me estuviera señalando por dónde era el camino de mi felicidad, al menos mi felicidad sexual. El sometimiento? La humillación? El ser reducido así a un objeto con el que no se tienen miramientos? Eso era lo que me excitaba? Al parecer sí. Porque el pibe, cada vez que volvió a presionar así su glande gordo contra mi campanilla, la pija, automáticamente, se me volvía a parar. Y esto no era como con los pezones, que es algo físicamente placentero, era un garrón físicamente, y la excitación era puramente mental, algo que se relacionaba directamente con mi ser más íntimo de puto sometido bajo la presión del deseo de esa verga que no entendía de sutilezas ni buscaba mi placer. Le había pedido que no me acabara en la boca, pero decí que tengo calle, y tantas pijas recorridas, porque, cuando lo escuché gruñir incoherencias me di cuenta que se venía el lechazo y saqué la cabeza a tiempo. Muchísima leche le saqué. El pendejo quedó contento. Después me pidió que le repasara un toque la espalda. Tenía las lumbares hechas bolsa de tanto cargar reses en la carnicería donde trabaja de peón. "Vos sabés hacer masajes en serio", concluyó. "Viste? Y terminé chupando pijas en Constitución". El destino de un puto.

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