3 polvos buenos y 2 polvos malos

Hoy me garchó un negro. No era un negro senegalés, era de Jamaica. Un maestro del sexo. Fue suave, pero me dio vuelta. No era muy pijón, la pija era de normal a grande, pero no un pijón. Pero sí lo que era esa pija era un instrumento musical. Música con la pija hacía el negro. Hablamos bocha. Antes y después del polvo. Él no podía parar de hablar, le hacía mucha falta, y le costaba encontrar quien pudiera hablar fluidamente en inglés con él. Estábamos tirados en la camilla, yo le agarraba la pija, para ver si se le paraba, y, mientras, hablábamos y hablábamos, pero no se le paraba, porque estaba el chabón muy metido en la charla y que yo le estuviera manoseando la morcilla no lo afectaba en nada. Tampoco lo incomodaba, era como una situación de lo más natural, me seguía hablando como quien habla con un amigo en un bar. Estuvimos así bocha, charlando y charlando, hasta un punto en el que le dije que estaba todo bien si no garchábamos, que me caía re bien y que podíamos seguir siendo amigos y que podía venir a charlar conmigo cada vez que tuviera necesidad de hablar con alguien. Porque me daba la impresión de que garchar, este pibe, porque era un pibe, tenía más oportunidades de garchar que de charlar. Pero él se me cagó de risa y me dijo que por él estaba todo bien, que si que yo quería garchar, él quería garchar. Y así, mientras lo decía, riéndose, se le iba parando la pija. Ya me ha pasado de encontrarme con otros chabones así, que tienen ese super control sobre la pija, que pueden decidir concientemente cuándo se les para y cuándo no. En el cien por cien de los casos terminaron siendo amantes celestiales. Yo me abracé a él y me apreté encima suyo. Le pregunté qué perfume usaba. Me parecía re exótico. Axe, me contestó, jaja. Igual, en su piel, olía exótico, qué se yo. Cuando me despegué de él, ya la tenía completamente parada. Una pija bien negra y circuncidada de negro jamaiquino. Estaba circuncidada de manera tan radical que casi no notaba diferencia entre el glande y el resto de la pija. Bajé hasta ahí para chuparla y, luego de unos momentos, él apoyó su mano sobre mi nuca. Una mano pesada, bien apoyada sobre mi nuca. Y ahí ya empecé a notar que el tipo sabía lo que hacía, que era re canchero en esto. Porque él no movía la mano, sólo regulaba el peso de su mano en mi cabeza, y solamente con eso, yo sentía que si bien era yo el que hacía los movimientos, era él quien los dirigía. Me daba cuenta de eso y me dejaba hacer. La primera vez que me pasaba que alguien controlaba así mi pete sólo con el peso de su mano. Así fui primero más lento, después más rápido y, una vez que él estuvo contento con mi mamada, empezó a correr la mano para acariciarme también la cabeza con toques cariñosos que yo, aunque no pudiera decir nada, porque tenía la boca llena de su carne, agradecía. Agradezco de manera muda las muestras de cariño que los hombres me dan cuando me garchan. Con humildad acepto las muestras de afecto, sin pedir más, ubicándome. Él fue el que decidió pasar a otra instancia, cuando me preguntó si tenía forros. Le gustó mi técnica para poner el forro. La super disfrutó. Con masajes con gel antes y después del látex. Sonreía feliz, parece que nunca le habían puesto así un forro. Le expliqué mi hipótesis de cómo tenía que tocarme las tetas para abrirme la cola. Le dije: cuando me entre la pija, yo tengo que sentir más el dolor en las tetas, que en la cola. Le puse un poco de aceite en los dedos y me senté encima de la pija, mientras él me daba con las manos en las tetas. Más fuerte, le pedí, porque no lo sentía. Y estaba empezando a sentir la sensación en las tetas, aguda, y con más dolor que placer, no lograba sentir el placer que me hacían sentir otros en las tetas, pero era también porque él pibe estaba obedeciendo muy literalmente mis propias indicaciones. Estaba pensando en eso, en si decirle que mejor me apretara las tetas de otra manera, olvidándome de que tenía una pija apuntándome debajo del agujero del culo cuando, de repente, siento que mi cola se había comido la pija. Y buena parte de la pija, no sólo la cabeza. De repente pasó. Mi cola se abrió, mientras estaba pensando en mis tetas, y la pija entró de golpe. Uff. Fue tan raro que, por un momento pensé que se había zafado, vieron que pasa, que la pija por ahí se zafa de la cola y se sale de costado, pero esa fue sólo una sensación fugaz, por la sorpresa, porque la pija estaba indiscutiblemente entrándome por la cola y quizás demasiado rápido. Estás bien? Te gusta? me preguntó él, porque me debe haber visto la cara. Y me dió un pequeñísimo pijazo hacia arriba que me hizo ver la estrellas. Yo le pedí por favor, que fuera más despacio, hasta que terminara de entrar, pero que me siguiera apretando las tetas. Y así me fui empalando en su pija de a poco, mientras él me decía, todavía falta que entre un poquito más, y yo seguía bajando sobre su pija, sintiendo el dolor punzante en las tetas, que se volvía insoportable. No era placentero esta vez, pero sí era cierto lo que yo había supuesto, que si la sensación en las tetas era más fuerte que la de la cola, se me iba a abrir más rápido, porque así pudimos hacer que entrara bien hasta la base de la pija. Ahí le pedí que, por favor, me soltara las tetas, porque ya se había vuelto insoportable el dolor ahí, pero la pija ya estaba toda adentro y nos pudimos empezar a mover. Primero lo cabalgué como hago siempre con mis masajeados, en la postura tántrica, pero él me pidió que me recostara encima suyo, y me sostuvo abrazado, mientras movía él sólo la cadera, entrando y saliéndome de la cola. Lo había visto a esto en algunas pornos, pero nunca, les juro que nunca, me lo habían hecho así. Era muy cómodo, porque él manejaba todo el ritmo y, al mismo tiempo, me sostenía apretado contra su pecho, como protegiéndome y así, haciéndome sentir protegido en su abrazo, yo me podía entregar a su cuerpo, dejarme llevar. Después me puso de espaldas, pero con mucha habilidad. Les juro que nunca me habían movido con tanta delicadeza. Y la pija nunca salió de mi cuerpo. Yo me dejaba conducir y de pronto estaba con las piernas hacia arriba y el bombeándome la cola, mirándome con su gran sonrisa de dientes blancos, que parecía que iban a comerme mientras me garchaba. Finalmente tomó una pierna mía, la pasó por encima de su cabeza, y siempre sin salir de adentro mío, me puso de costado, en chucharita y me empezó a dar así hasta que lo escuché ladrar en su dialecto jamaiquino "acum, acum!". Que era "I come. I come", "acabo, acabo!". Y así acabó. No duró mucho. Pero no hacía falta más. Duró lo que tenía que durar. Una vez que nos limpiamos, yo lo abracé y le dije "nunca me garcharon con tanta suavidad". Él me aclaró que podía cojer fuerte, pero que sentía que yo necesitaba que me cojieran así. Y nos quedamos charlando un buen rato más, mientras él me tomaba de la mano. Pero mucho mucho charlamos, como charlábamos antes del polvo, con mucha familiaridad, sólo que antes del polvo yo le tocaba la pija y ahora él me tomaba de la mano. Quedamos re amigos. Ayer me garchó un cordobés que sí era pijón. Él no me dejaba decirle que era pijón, porque estaba seguro que había pijas más grandes que la suya, y no quería quedar como un boludo canchereando. Pero yo, que tuve que descoyuntarme la mandíbula para metérmela en la boca y después sentirla en la cola, le aseguré que, si bien no era lo más grande que había visto en mi vida, sí entraba en categoría de pijón. Él luego me admitió que una amiga una vez le había dicho que eso no era una pija, era una manguera. El cordobés no era suave, como el negro, estaba más bien del lado bestia. Pero también fue un muy buen polvo. Me hubiera rendido a sus pies, si él no hubiera tenido una especie de fobia a que se los tocaran. Era la primera vez que llegaba a una instancia sexual con un puto, y esto era lo que más le interesaba. El masaje no era más que una excusa, una intancia previa, tener algo para hacer hasta ver si la verga le respondía y se le paraba con un trolo. Una sesión experimental. No hizo falta mucha excusa para que se le parara. En cuanto empecé a manipularle la chota, se le alargó como un telescopio y empezó a hincharse. Tremenda japi. Las pijas grandes tienen esa cualidad hipnótica para el puto, que no podemos sino entregarnos a su adoración. No podemos evitarlo, es mucho más fuerte que cualquier orden que pueda darnos nuestra conciencia. Hay algo bien dentro nuestro que nos lleva a respetar esos prodigios de masculinidad, arrodillarnos y abrir la boca. Vivimos para servir y son esos momentos en que nuestra fe se reafirma. La pija de este chico se torcía drásticamente hacia un lado, así que me resultaba imposible llegar hasta la base cuando me la metía, siempre me quedaban unos cinco centímetros fuera. Tuve que lidiar con esa frustración. Pero eso no impidió que se la chupara con arte. Antes de comenzar a mamar le aclaré, te la voy a chupar hasta que digas basta o que quieras otra cosa. Yo me entrego, aclaró, hacé lo que quieras, mientras que no me toques la cola. El miedo del hétero, que le toquen la cola, igual a mí su cola no me interesaba, sólo toco las colas cuando me lo piden, por respeto al deseo del otro, pero un hétero que no quiera que le toque la cola tiene en mí al puto más indicado para no tocársela, porque eso mismo me excitaba más, que fuera tan hétero. Me olvidé de que yo era otra cosa que una boca y una lengua que chupaba. Cosas que me ha dado el yoga, poner la cabeza en blanco mientras estoy en movimiento. Y eso hace que algunos petes salgan especialmente bien inspirados, tanto fue así que él en un momento exclámo "qué delicadeza!". Se la chupé tanto, tanto, que tuve que faltar a mi palabra y ser yo el que sacara mi boca de la pija, y le puse un poco de aceite en la pija, para masajeársela mientras descansaba la mandíbula, que me había empezado a molestar. Es que había sido demasiado tiempo con una pija tan grande y me había empezado a molestar la articulación. Él ahí aprovechó para sugerirme que si me quería sentar encima de la pija, él no tenía problemas, así que le puse el forro y le di las indicaciones para manipularme las tetas y que se me abriera la cola. Bueno, sí, al principio casi me destroza. Ese cordobés no se daba cuenta de que tenía en su pelvis un arma de destrucción masiva de colas. Porque ni bien sintió que empezaba a entrar, levantó la cadera y empujó hacia arriba. Como si orto fuera una concha. Le dije que por favor aflojara, que se quedara quieto hasta que terminara de entrar y que se concentrara en mis tetas, que así era como me iba a abrir. No sé cómo fue que me entró toda esa pija, pero la verdad es que me entró mientras él me agarraba todas las tetas bien apretadas con sus manos fuertes. No entiendo bien por qué es que me pasa esto, que un macho me agarra de las tetas y yo me vuelvo una puta. El primer efecto que tuvo, cuando sentía que la pija empezaba a entrarme, fue que yo verbalizara más, y claro, proque con el pete no puedo hablar mucho, se entiende. Pero tener la boca libre, las manos de un macho apretándome las tetas y una pija enfilándome en el orto, desarma ciertas barreras en mi cabeza, que me hacen hablar desde el fondo de mi corazón, o del fondo de mi culo, que las putas tenemos nuestro corazón en el fondo del culo. Y cómo llegaba este chico a tocarme el corazón! Yo le decía "apretame, amigo, hace sentir las tetas", enloquecido ante la posibilidad del dolor de esa pija entrándome tan grande, "apretame las tetas, haceme sentir una puta, tu puta siempre" y así la pija iba entrando. Puta madre. Gran puta madre, protectora de todas las putas, que hizo que esa pija entrara tan bien dentro mío. Qué placer sentir que una pija así podía entrar dentro de mi cola. Qué honor para el puto, cuando puede sentir cómo una pija así de grande le entra en el culo. Mi cola estaba rellena con su carne. No era felicidad. Era algo más que la felicidad. Algo más intenso. Más puro. Era la justificación misma de la vida del puto, poder sentir que estaba a la altura de esa penetración. Que finalmente había encontrado la manera de que las pijas grandes no me dolieran. De disfrutarlo. El cordobés, cuando sintió que la pija ya estaba adentro, me tomó de los costados del tronco, para indicarme los movimientos que tenía que hacer sobre su pija, el ritmo que quería. Con los ojos cerrados, sintiendo, en algún momento los abría y me miraba, se cagaba de risa de lo que estaba haciendo y los volvía a cerrar y me volvía a agarrar fuerte de las tetas, mientras yo seguía cabalgando el ritmo que él me había marcado. Yo me sostenía de sus deltoides, que estaban tensos, y veía su cara que se ponía más y más roja, mientras yo le cabalgaba encima. Hasta que sentí que su pija se ponía bien dura dentro mío y yo lo supe antes antes que él "ahí viene", le dije. Y el contrajo los labios, apretó más mis tetas y vació toda su leche contrayendo la cara. Y así fue la primera vez que ese cordobés se garchó un trolo. Cuando se hubo vestido le repetí lo que le dije en el fervor de la penetración, "podés venir cuando quieras y servirte, yo voy a estar siempre a tu disposición cuando quieras descargar o lo que quieras". Re entregada quedé al final, pero bueno, así somos de regalados los putos. Felices quienes sepan aprovecharlo, cuando se da. Ayer también estuve con un profesor de baile con quien tuve una conexión profunda, a un punto tal que, en determinado momento, no sabíamos dónde terminaba el cuerpo de uno y empezaba el del otro. Fue lindo. Ese primer momento de confusión de los cuerpos sucedió en medio del masaje, porque él sí que necesitaba un buen masaje, así que hice lo mejor que pude en ese sentido. No quiero entrar en detalles técnicos sobre eso, pero esa primera confusión de los cuerpos se dio mientras le masajeaba la espalda con mis talones. Es una posición bastante rara, como dos cangrejos que se abrazaran. Él boca abajo, yo me siento entre sus piernas y subo mis talones a la espalda, él flexiona las rodillas y apoya sus pies sobre mis hombros, aferrando mi cabeza con los pies cuando yo levanto la cadera para hacer más presión sobre los paravertebrales. Así de complejo como suena, nos comimos un viaje. Yo quería masajearle los talones con mis dientes, pero no llegaba, porque no nos daba la altura relativa de cada uno, pero estuvo muy bueno. Con morbo y confusión de cuerpos, qué más se puede pedir? Es algo tan opuesto al tipo de sexo que había experimentado más temprano, con el cordobés. Pero igual de satisfactorio, sólo que si a la tarde era un sexo bien carnal, enloquecedoramente carnal si se quiera, acá era como si fuéramos dos ángeles copulando. Aéreo. Cuando terminó los dos dijimos "uau, intenso", y fue un buen preámbulo para lo que vino después, cuando lo di vuelta y le empecé a trabajar directamente en la erección. Primero le trabajé glande y tronco con aceite y después le incluí los huevos. Ahí él la empezó a pasar bien. Él levantaba las piernas y cuando le pregunté si quería que bajara más hasta la cola, el me respondió que lo que quería era que me sacara el boxer. Me lo saqué y me senté al lado suyo. Ahí me incliné a chupársela mientras él me agarraba la pija, que ya la tenía parada, para hacerme la paja. Nos sentamos y él quería seguir haciéndome la paja, pero yo le dije que si quería mantenerme excitado lo que tenía que hacer era masajearme los pezones. Muy muy bien lo hacía. Tan bien lo hacía que me tuvo al palo toda la sesión Un capo el pibe. Incluso quería que yo acabara, quería verme la leche. Pero bueno, en eso no lo pude complacer, tengo votos superiores que obedecer. Se me paró delante y me seguió masajeando los pezones. Así me hizo chuparle la pija, mientras yo me quedaba en el piso, sentado sobre mis talones. Finalmente se dio vuelta y me encajó el culo encima de la cara, yo le metía lengua en la cola y él alargaba los brazos o para masajearme las tetas o para hacerme la paja. Entonces yo extendí las piernas y quedé en posición de mesa, apoyado sobre mis piernas y mis brazos, y la cabeza hundida en su cola, mientras él se recostaba sobre mi tronco elevado sobre el piso, para tragarse entra mi pija, que seguía tan parada que daba gusto. Luego volví a bajar la cadera para retomar la posición de antes, pero seguí dándole lengua a su cola hasta que lo excluyé exclamar y toda su leche chorreó tibia sobre mi pecho. Fue todo tan lindo, yo quedé tan bien, que le besé los pies al terminar, en agradecimiento y, cuando volvía en bicicleta hasta mi casa, sentía ese calor en el pecho, que nos hace ver el mundo de una manera más dulce y que resulta tan parecido al amor. El primero de los polvos malos fue con un señor que, cuando lo vi de lejos, yo que soy medio chicato, les juro que pensé que era mi viejo. Se me hizo un vacío en el estómago, pero como soy un puto valiente, puse la mente en blanco y caminé firme y con la frente en alto. Por suerte no era. El tipo tenía buen cuerpo y buena japi, pero no pude remontar esa primera impresión y no hubo manera de que yo me excitara. Era como estar chupándosela a mi viejo. Él quiso forzar cierta actitud de dominación, no entiendo para qué, él era recontra pasivo y nadie debería tener que simular nada que no sea cuando está conmigo, en eso está la gracia también, sacarse las máscaras, pero esa actitud de dominación era claramente forzada, a mí no me excitó, si era lo que pretendía, pero a él no se le bajó, así que por ahí a él sí lo excitó, pero él lo que quería en verdad era que le metiera toda la mano por la cola y le frotara ahí adentro mientras lo pajeaba. Ahí se puso re caliente, con movimientos tan violentos, que me volteó de la cama, y tuvo un orgasmo seco, sin leche. Luego se vistió y me dejó para irse, muy apurado, a una reunión de negocios que, asumo, iba a encarar de manera bien relajada. El segundo de los polvos malos fue con el pibe de seguridad que me garcha siempre y que descubrió esto de que tocándome las tetas se me abre la cola. Desde que pasó eso que me he vuelto más descarado con él, más demandante. Él había venido como estaba viniendo desde hace años, para que lo ayudara a descargar y siguiera de largo, para que yo me comportara como la puta fria y mecánica de los buenos petes. Se sentó en la cocina, porque tiene esta cosa con querer que con él sea especial y no como con los otros, en la camilla del gabinete, y ahí peló pija para que se la chupara. Me arrodillé ahí mismo y se la chupé como él quería, pero aproveché que le sonó el teléfono y me pidió que se lo alcanzara, para sacar la cabeza de su pija y decirle que nos fuéramos al gabinete, que lo tenía calefaccionado. No quería sacarse los pantalones, ni las zapatillas, quería un pete express, pero que yo estaba para más. Le hice sacarse los pantalones, las zapatillas, me saqué la remera y le dije "yo siempre te recibo, siempre te trato bien, vos ahora agarrame bien las tetas mientras te la chupo, y haceme sentir una puta, haceme sentir bien puta y voy a ser tu puta para siempre, siempre vas a poder venir a que sea tu puta". Y este pibe, la concha de la lora, qué bien que me toca las tetas, no saben lo caliente que me pone, es el mejor en eso. Yo vi todo rojo, me puse re puta, hubiera querido que me garchara ahí mismo hasta perder la conciencia. Pero el pibe estaba apurado, se reconcilió con la mujer y estaba esperándolo en su casa, ya estaba bardeando al pasar un rato por un pete. Me juraba que la próxima venía y me cojía. Esto de que yo me calentara tanto con él era un deseo suyo que se le había hecho realidad. Y me miraba así, como quien ve hecho realidad un deseo, pero que no puedo aprovecharlo. Enloquecedor. Se agarraba de la camilla y levantaba la pelvis para cojerme por la boca, y levantaba la cabeza para mirarme cómo me ponía yo de frenético al apretarme las tetas y yo me ponía loca de deseo, me tenía al re palo. Yo que con él nunca me excitaba, ahora estaba al re palo. Se incorporó en la camilla y se pajeó encima hasta llenarme mi propia pija, parada, cubierta con su leche. Y se fue corriendo con la mujer, yo me quedé prendido fuego, pero bueno, después tuve tres polvos buenos al hilo, porque el cordobés, el jamaiquino y el profesor vinieron después. Si en algún momento pensé que mi vida podía pasar por otro lado que no sea el del servicio a los hombres, bueno, me equivocaba. La vida de un puto pasa por hacer felices a los hombres, y los hombres que entienden que un puto está ahí para servirlos, tienen abierto también el camino de la felicidad, la felicidad física. Se engaña quien piense de otra manera.

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