Otro muchacho del sindicato

 Acá cerca hay un sindicato, y suelen venir seguido por acá, cuando tengo los anuncios activos. Hace tiempo que no los renuevo, pero por algún lado siguen circulando, porque cada tanto me vuelven a llamar. Quizás sea que ya lo tengan anotado, no sé. No pregunto. Hace tiempo que no doy servicio, esperé primero que mis viejos se vacunaran con las dos dosis, y después que mi primera dosis hiciera efecto. Ya la semana pasada, me estuvieron llamando varios de los que vienen siempre, algunos que me gustan mucho, y yo los reboté hasta esta otra semana, así se terminaban de activar los efectos de la vacuna. Ayer me llamó este tipo desde el sindicato, pero yo tampoco estaba listo, porque después de tanto tiempo inactivo tenía que depilarme y afeitarme la cabeza. Ese es un código personal de mi servicio, la cabeza parcialmente afeitada indica que resigno algo de mi libertad para beneficio de los otros. Entre una cosa y otra, lo pude recibir recién hace un rato, en la primera mañana. Era un mocetón de 1,88 metros, le pregunté la altura cuando vi que no entraba en la camilla. No quería que le masajeara ni los pies, ni las piernas, porque tenía cosquillas. Así que llegó y se puso de espaldas en la camilla, para que le trabajara la espalda. Se estaba tirando con los boxers puestos, así que tuve que decirle que se los podía sacar, cosa que hizo sin demasiada vacilación. Yo me quedé en suspensor (nota mental, en cuanto pueda tengo que conseguirme otro. Me han regalado un par de tangas, pero es más correcto el suspensor a veces). Después de tanto tiempo sin servir, tocar la espalda de un hombre bien formado me hizo sentir bien. Un tipo con una estructura corporal tan grande, que hacía tanto contraste conmigo, que soy chiquito y delicado, me hizo sentir, una vez más, que al ponerme así a servir a los hombres era la posición en la que verdaderamente estaba en armonía con el mundo. Yo era físicamente tan inferior a él, que mi servidumbre era lógica, natural y bienvenida por el cosmos. Le hice un buen masaje, me esmeré. Después de tanto tiempo sin estar en contacto íntimo con la energía masculina, yo me encontraba renovado en mi vocación de servicio, disfrutándolo. Cuando terminé con la espalda, le ofrecí hacerle las piernas, pero él se volvió a negar, por lo de las cosquillas. Pero él ya la tenía parada, así que, sin mucho preámbulo se la empecé a tocar. Tenía el prepucio muy corrido por encima del glande. No se te baja, no? Y no, me confirmó que no se le  bajaba. Así que empecé a hacerle la paja por encima del prepucio. No la tenía muy grande. Por el tamaño general de todo su cuerpo se podría haber pensado que la iba a tener más grande, pero era de un tamaño estándard. Pero la tenía durísima. Re bien parada. Yo tenía unas ganas locas de besarlo por todas partes. Porque el tipo irradiaba una energía viril que me imantaba. El escroto lo tenía tan duro que casi no se notaban los huevos. Le pregunté si quería que se los chupara. El me dijo que si yo quería. Re educado el tipo. Me tuve que acomodar bien bajo sus piernas para poder meter la cabeza hasta la posición donde podía succionar hasta hacerlos sobresalir un poco. Una maniobra complicada. Pero pude olerlo bien así, y olía a limpio, recién bañado y perfumado. Como que el tipo sabía que iba a venir y estaba re listo. Le besaba los muslos. Le besaba las manos. Le besaba el tronco de la pija. Y seguía pajeándolo. Lo único que no hacía era metérmela en la boca. Hasta que él me lo pidió. Siempre que no me acabes adentro, le dije. Y ahí sí, me la metí. Es raro chupar una pija a la que no se le corre el prepucio. Casi como chupar un dedo gigante. Lo hacía mientras jugaba con sus pezones con una mano, primero, y después me di cuenta que él respondía mejor si lo que hacía era acercar mis manos a las suyas. Porque así él respondía con un leve apretón cariñoso a mi toque. Re dulce. Esas muestras de afecto a mí me conmueven. Esto que siempre digo de que en el momento del sexo se caen las caretas de la gente y uno puede ver dentro de los corazones. Y este tipazo, tan gigante, tan viril, tenía un corazón gentil y amable que empezaba a manifestarse. No sólo en sus manos, que me empezaban a corresponder con cariño, sino en una sonrisa tímida y en cómo se animaba a sostenerme la mirada con sus ojos celestes. En ningún momento se me ocurrió ni siquiera tocarle la cola, tan masculino me parecía, tan recontra hétero, porque no quería incomodarlo. Quizás me equivoqué y él se quedó esperando eso. No lo sé. Cuando subió su calentura, me agarró de la cabeza y me la sostuvo de los costados, mientras movía la pelvis para cogerme por la boca, pero después se soltó y me dejó a mí continuar con ese ritmo. Hacía tanto que no lo hacía, tenía que resolver cómo mover mi cabeza sobre su pija de manera tan rápida a como él me la cojía, pero sin tensarme el cuello, porque iba a afectarme la cadencia del movimiento y eso él lo iba a notar. Después saqué la cabeza y volví con la mano. Te acabo en la mano? Donde quieras, le dije, menos en la boca, o en los ojos, en el agujero del culo. Ahí viene, dijo, cerró los ojos, elevó la cadera, tensó todos los músculos, y la leche empezó a salir desde la punta de su prepucio, mientras se contraía en un orgasmo bien largo. Después le envolví la poronga en una toalla de mano, para esperar que se terminara de bajar la erección, mientras le hacía un masajito suave en las manos. Me gustan tus manos, le dije, mientras las miraba con admiración, sus dedos gruesos, con el anillo plateado de casamiento, bien grande, en el anular. Son manos fuertes, me dijo él. Sí, manos de hombre, respondí yo, me calientan tanto... y no pude evitar bajar a apoyar mi cara contra ella. El volvió a responder y me acarició el rostro con afecto, mientras con la otra mano se terminaba de secar la huasca que le estaba terminando de salir de la pija. Con este gesto de sumisión, la temporada de servicio de invierno acababa de comenzar.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La cola abierta

Una pija demasiado grande

Joven tan joven que es dominante sin saberlo