Guachito

 Lo veo tan nervioso que le manoteo la pija ni bien entramos al ascensor. Es la regla número 1, recuérdenlo, chicas: si ven a un chongo nervioso, le manotean la pija, a ver cómo reacciona. Si reacciona mal, mejor no darle cabida, porque no quiere garchar. Y este guacho, definitivamente, califica como chongo. No alcanzo siquiera a notar que la tiene ya medio hinchada, debajo de los shorts, cuando me agarra de la nuca con una mano y me arrastra hasta ponerme de rodillas, mientras con la otra pela la chota, queriéndomela meter en la boca. Yo quería tomarlo desprevenido, para ver cuál era su reacción, y fue una buena reacción, pero me agarró desprevenido a mí. Me madrugó el chongo. "Esperá, que no toqué el piso ni siquiera!" extiendo la mano hasta la botonera del ascensor y, una vez que arranca, yo siempre de rodillas, abro la boca para que me la meta. Toda la ceremonia de la parada de pija, a la que le dedico un tiempo durante la sesión, sucede en el ascensor en cuestión de segundos, con el chongo agarrándome fuerte la nuca y manejando él sólo mi cabeza sobre su pija. Así como me arrastró hasta ponerme de rodillas, ahora me saca la cabeza de la chota, yo me paro y él me gira el cuerpo, quiere bajarme el short, para tantearme la cola, pero lo tengo anudado por delante y ya llegamos al piso. Nunca se saca el barbijo, yo creo que, más que por prevención sanitaria, por temor a mostrar la cara, pero yo todavía no entro al gabinete, que él ya está con la pija al aire, bien empinada. Me da órdenes concisas, cuando puede son gestos con las manos, y si no tiene más remedio, verbales. Quiere que me siente en la camilla, mientras él se queda parado para que se la chupe. De vuelta, me agarra la cabeza y me la sacude sobre la pija hasta que se da por satisfecho, luego de pocos segundos, no sé, creo que son pocos, y se termina de sacar los shorts, para recostarse en la camilla, agarrándose la poronga. Yo aprovecho para quedarme en suspensores, porque no había tenido tiempo de nada. El guachito es muy imperioso y tiene una buena poronga, me había dicho que era de tamaño normal, pero es larga y cabezona, más gruesa en la punta que en la base. Quiere que se la chupe en la camilla. Me acomodo con mis piernas cruzadas debajo de las suyas y me pongo a darle pete, como lo hago usualmente, lentamente, subiendo y bajando. Él me saca la cabeza y se la agarra la chota y se pajea re frenético. Me indica que le chupe los huevos. Se los chupo. Son bien redondos y firmes, tan lindos como la chota ahí arriba que él se sigue sacudiendo. No sé si le gusto, la verdad. No tengo manera de saberlo. Más allá de su chota dura, que podría estarlo por cualquier otra circunstancia. Y estoy desorientado. Esto no es una sesión. El chabón viene a garchar desde el segundo uno, y según sus reglas. Es muy dominante. En las charlas previas no ha dejado de recordarme que está casado y de trampa. Asumo que con un minón, si fuera físicamente equiparable a él, y asumo que el minón debe tener su buen carácter, también, por lo extremadamente paranoico que se pone él de que lo descubran. Quizás sea sólo que son pendejos y la pasión está allá arriba, prendida fuego. Deben tener una relación muy caliente en todos sentidos, sexo, amor y celos. Y yo acá estoy sirviéndolo en una escapada en la que lo arriesga. El poder de la chota que avasalla todo. La chota que pide más y más. A su chota se le puso entre huevo y huevo que me quería garchar, después de leer mis relatos, y acá me tiene, a su disposición y me mandonea de una posición hacia la otra, con urgencia, mientras se pajea con rabia entre una y otra. Como la tiene larga, le propongo la garganta profunda, el acepta probar y yo me tengo que parar encima suyo, a la altura de sus hombros y luego inclinarme desde la cadera para ensartarme la cabeza sobre su chota y que, desde esa posición, alcance hasta la garganta. Entra, pero es tan gorda en la punta que la puedo bancar apenas un segundo, la saco para respirar un toque y volverlo a probar con la garganta más relajada. El aprovecha que tengo el culo encima de su cabeza, para meterme una mano en la raja y luego un dedo adentro del culo. Me pide que cambie de posición y que vuelva a chupársela como antes. Yo, que vengo medio inseguro estos días, le comento "tengo el culo hecho bolsa, no?", "mas o menos" me responde desde atrás del barbijo. Y es que sí, lo tengo hecho mierda, no parece un culo, parece una conchita con su clítoris. Gajes del oficio. De tanto usarlo con héteros, convertí mi culo en una concha. Este pendejo viene leyendo mis relatos hace meses y yo, como es un fantasma de anonimidad y paranoia, no le di cabida hasta hoy. Le dije que sí casi por caridad, y ahora me encuentro con que me encuentro mejor de lo que pensaba en la posición de servirlo. Reconozco su superioridad de su voluntad como hombre y mi sumisión es natural y automática. A veces pasa. Es el orden natural del cosmos. Yo soy naturalmente inferior a él, por lo tanto le debo servicio y respeto. No importa que no me muestre la cara, que no se saque las medias o la remera, o que ni siquiera quiera decirme su nombre o ni exponerme demasiado a su voz. Nada de eso importa. Lo único que importa es que él manda y yo obedezco, porque así fuimos creados, cada uno para cumplir su rol. Y si no quiere volver más, decepcionado por este ser inferior que ahora lo está obedeciendo con torpeza, tampoco importa. Cumplí mi deber cuando llegó el momento, y con eso ya me doy por satisfecho al universo. En un momento me deja ponerle aceite en la chota, pareciera gustarle, pero tampoco me deja masajearlo demasiado de esa manera. Se pone de pie, pajeándose y me dice, en voz baja, urgente, "un forro". Le pongo gel primero, para que lo sienta más cómodo al tacto, y lo pajeo un toque con el gel. Él me agarra de la cabeza para que se la vuelva a chupar con el gel puesto, pero yo ahí sí lo atajo, porque le estaría quitando el gel que le acabo de poner, y es caro. Le embuto el forro en su pija gorda y le pongo más gel encima, lo pajeo un toque más con el gel encima del forro, para tantear que sigue tan dura como antes, y me unto el excedente en mi cola. Por el trato brusco y urgente del chabón, sumado a la posición que eligió, el parado detrás mío, con el control absoluto de todo, ya vengo suspirando de ante mano de que me va a arruinar la cola con un desgarro y voy a quedar inutilizado por al menos un mes, lo cual, la última vez que pasó, fue una catástrofe. Le pido por favor, le ruego, que me deje a mí metérmela primero. Consiente con un asentimiento mudo y nervioso. Debe haber leído acerca mi horror al desgarro anal. Con una pija así de dura es todo más fácil. Me calzo la punta en el ano y él se queda bien firme, y yo le voy dando presión encima. Siento cómo va entrando la mitad de la cabeza esa gorda que tiene, hay gel y se desliza, pero siento cómo el ano, en su propio idioma, me grita que tenga piedad con él. Me quedo un poco quieto y el dolor sigue. La saco un momento, respiro, inhalo, exhalo, relajo la cola y vuelvo a calzar la chota. Esta vez se desliza lenta pero sin detenerse, y ya cuando pasó la parte más gruesa, porque su chota era más gruesa en la punta y en la base, el empuja la pelvis suavemente para que termine de entrar toda. Que lo haya hecho suavemente me hace adorarlo, literalmente, este pibe se merece el cielo por habérmela metido así. Ya toma otra vez dominio de la posición y me empieza a dar caderazos. No me gusta gemir, no soy del puto gemidor, porque puede molestar al hombre que andá a saber qué se está queriendo imaginar, pero cuando me hacen la cola no suelo poder evitarlo. En este posición, y con este chabón que quiere dominar el movimiento, lo único que puedo hacer es dejar la cola tan quieta, tan firme, como pueda, como él antes había dejado firme la pelvis mientras yo me ensartaba encima. Junto sí las piernas y flexiono las rodillas, para poder arquear la espalda y sacar la cola hacia arriba. Me sigue dando y yo busco cómo sostenerme contra la pared sin perder la posición, hasta que me ordena, en voz baja "en cuatro". Me pongo en cuatro sobre la camilla, agarrándome bien de los bordes y el sigue dando un poco más. Pero no mucho, saca la pija, el forro un toque manchado, pero sin sangre (alivio interno), se lo saca, lo tira al piso y se acuesta en la camilla. "Volvémela a chupar". Me la meto hasta el fondo de la boca, el me agarra la cabeza y me coje la cabeza como venía de cojerme la cola. La pija le quedó con muy rico sabor por ese gel que le puse, tengo que recordar la marca. Me hace gestos para que le chupe el culo. Lo hago. Un honor hacerlo. No me gusta chupar culos, pero a veces es un honor. Obedecerlo en sí, es un honor. Ser su puta es un honor. Que me entregara a otros por dinero también sería un honor. Todo lo que implique servirlo, para un puto como yo, es un honor. Su eyaculación me toma desprevenido. No estoy tocándolo cuando sucede, estoy yendo de un lado hacia el otro, o de su culo a sus huevos, o de sus huevos a su pija, cuando veo que saltan un par de lechazos, transparentes y escasos, como el de quien acaba de eyacular hace un rato.

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