Esclavo sexual

 Hacía mucho que no me pasaba. Le entregué mi voluntad a este pibe. El guachito que no se sacaba el barbijo. Quizás compensando que estuve tanto tiempo sin darle cabida. Le ofrecí mi esclavitud sexual tácita. Sabe que puede disponer de mí. Sin miramientos, ni vueltas, ni protocolos. Sólo porque él está para requerir y yo para obedecer. Me avisó de un momento a otro que iba a pasar. No me saludó. Ni me dijo nada. Pasó sin mirarme. Y en el ascensor peló la chota para que se la chupara mientras llegábamos al piso. Esa chota grande que él tiene, se me iba atragantando contra la garganta a medida que se paraba. Yo me asfixiaba, porque él me agarraba la cabeza y me la mantenía presionada contra su pelvis. Yo tampoco quería forcejear, simplemente contaba los segundos hasta que llegáramos para volver a respirar. Revoleó el short contra el banco y se acostó en la camilla, ni siquiera se sacó las zapatillas. Se las saqué yo, cuando me senté debajo de sus piernas. Yo no tuve ni que sacarme la ropa. Sólo el barbijo. Porque él sólo quería mi boca. Quería que se la chupara y nada más. No me dijo una sola palabra. Nunca. Yo sabía qué tenía que hacer. Chupársela. Mientras yo se la chupaba, él se presionaba la juntura isquiotibial. Me sacó la cabeza de la pija y se empezó a pajear, mostrándome los huevos. Me los puse en la boca, de a uno. Quise ponerme los dos, pero eran muy grandes y no pude. Así que fui de a uno, con delicadeza, mientras él se pajeaba arriba mío, y hundía mi nariz en su pelvis, sintiendo el olor limpio de su sexo. Dejó de hacerse la paja y me giró la pija hacia mí otra vez, cubriéndose el frenillo con el prepucio y yo se la volví a chupar. Esta vez se la pude chupar a mi ritmo, que es un poco más lento que el suyo. Manteniendo todo el tiempo que pude el prepucio sobre el frenillo, que es como le gustaba. Hasta que me la sacó de vuelta y volví a los huevos. No hicimos más que eso. Una y otra vez. No las conté. El tiempo, como siempre que una pija se mete en mi boca, se hizo eterno. Pero no fueron más de diez minutos. El pendejo, ahora que sabe que tiene mi voluntad, no necesita más que lo estrictamente necesario para soltar su leche. Imagino que es el tiempo que usaría en una paja él solo. Yo me convertí en el accesorio de su paja. Esa es toda mi entidad. Y está bien por mí. No pretendo otra cosa que ayudarlo. Esa es la verdadera esclavitud sexual. Nada de vestidos fetichistas, ni contratos teatrales. Por qué sucede esto? No lo sé. Simplemente es así como debe ser. Son jerarquías que van más allá de las justificaciones de la mente consciente. Pero que uno siente que conectan con una verdad profunda de nuestras realidades. Mi realidad de puto, debajo. Su realidad de varón, encima. Cada uno ocupando su lugar. Haciéndose cargo de su función. Cuando estuvo por acabar me sacó la cabeza y me llevó la mano a la pija, para que lo terminara así. Con la otra le empecé a tocar los huevos, y acabó tan repentinamente como la vez anterior. Otra vez, muy poca leche, casi transparente. Como quien acaba de eyacular en otra parte. Se fue como vino, sin haberme dicho una sola palabra. Ni siquiera se quería limpiar el lechazo ese transparente que soltó sobre su abdomen fibroso, tuve q insistirle con suavidad, para que no saliera con la remera manchada.

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