Degradado
Estos días estuve recibiendo muchas pijas. La mayor parte de ellas, decididas a sacar lo máximo posible de su experiencia conmigo. Ese tipo de situación en que los tipos se matan a pajas antes de venir, porque venir a descargar conmigo es para ellos una ocasión especial para la que se vienen preparando desde hace un tiempo. No estoy hablando de ningún caso específico, sino de una tendencia que se da en una parte cada vez más importante. Creo que influye también que varios de ellos vienen leyendo las crónicas de mis sesiones y se han formado un esquema mental de qué es lo que van a querer, cómo y por cuánto tiempo. Probar esto que describo en tal historia y aquello otro también. Esto es una medida para evaluar el éxito que estoy teniendo como puto, haberme metido así en las fantasías sexuales de tanto macho. Y me siento profundamente honrado, porque en un momento tuve la revelación de que éste era mi destino y fue entonces que decidí vivirlo hasta sus últimas consecuencias. El servicio es mi vida, y mi vida está entregada al servicio. Ser puto, hacerme cargo de que soy un puto, con todo lo que implica, es algo que me hace levantar la cabeza con orgullo, o la cola con orgullo, para ponerlo más literalmente. Sólo cuando un puto admite lo que es y se hace cargo que su posición es la del servicio a los hombres, puede alcanzar la verdadera felicidad. Y los hombres que se hacen cargo que son hombres verdaderos, en algún momento también se dan cuenta que un puto a sus pies es uno de los mejores complementos para afirmar, no sólo su vida sexual, sino su condición misma de varones. De no-putos. Toda esta corriente moderna, bien yanqui, de que los "homosexuales se acuestan con homosexuales" no digo que no sea válida para mucha gente, pero se escapa al viejo sentido latino del puto, que está ahí para que se lo cojan los machos. Concepción con la que crecimos, y que la nueva pedagogía sexual ha querido erradicar, por políticamente incorrecta. Negándonos a los putos la necesidad existencial de servir a los hombres, y a los hombres el desahogo profundo de poder hacer con un puto lo que no pueden, por respeto, hacer con sus mujeres. Han pasado por mi cuerpo muchos varones casados a quienes he ayudado a mantener la armonía de sus hogares, con la compensación erótica que les significaba mi servicio. Ya lo he dicho muchas veces, es mi pobre granito de arena, mi contribución a la paz en el mundo. Es por esto que siempre que viene un macho a mi gabinete yo trato de estar en mi mejor forma, para poder servirlo como merece y que se satisfecho y relajado, renovada su motivación para hacer frente a la violencia de ese mundo tan horrible que está ahí afuera. El descanso del guerrero, le decían antes. El masaje hinduísta fue pensado como descanso para los guerreros durante las batallas interminables contra los invasores arios, luego adoptado por los invasores y convertido en sacramento, final feliz incluido. ¡Es tan importante estar relajado para pelear con lucidez! Porque sino, tu llama se apaga. Y sin tu llama ya no querés vivir. Yo estoy acá para ayudar a revivir la llama de los hombres. Y me hace sentir horriblemente desgraciado cuando no puedo hacerlo. Cuando vienen ilusionados de encontrar en mis manos el remedio para sus llamas vacilantes y se van con una decepción. El de encontrarse que no estoy a la altura de lo esperado. De que mi llama también se está apagando. Y es que siento, y esto lo estuve sintiendo sobre todo esta última semana, que soy como esas chicas de los videos de gang bang, ¿vieron alguna vez uno?, que luego de comerse todas esas pijas en fila van de a poco perdiendo la conciencia, se les nota que la mirada empieza a perdérseles hasta que, en determinado momento, cuando les están llenando la cara de leche, en el bukkake final, ya tienen los ojos en blanco, la mente ida por completo, quebradas, perdida su condición misma de seres humanos, a fuerza de la degradación sucesiva de los pijazos que siguen sumándose, unos detrás de otros, en una sucesión imparable en la que está una de las causas mismas de su excitación como varones. Porque a los varones les excita la degradación que producen sus pijas y es eso mismo lo que no pueden hacer con sus mujeres, si quieren preservar la armonía de sus proyectos conyugales. Y es por eso que estamos los que somos como yo, que nos hacemos cargo de nuestra posición en la jerarquía sexual, ya que fuimos creados para compensar esa falencia. Entonces cuando noto que yo también me estoy quebrando bajo los lechazos, como las putas de los gang bang, tengo emociones encontradas, porque, por un lado no puedo estar a la altura de mi fama, es decir, a la altura de mis mejores días, con todos mis sentidos despiertos y enfocados en las necesidades de quien viene hacia mí, con la poronga en alto, para que explore sus placeres, pero, al mismo tiempo, siento la satisfacción del deber cumplido, de no haber quitado el cuerpo a los lechazos que, uno a uno, siguen llegando. Y si tuviera que extinguirme así, ahogado en leche, lo voy a haber hecho en mi ley. Anoche vino un señor del interior, todo un caballero, que ha venido leyendo por largo tiempo mis relatos y que tenía sólo una noche para probar esas maravillas que imaginaba, y yo siento que, lamentablemente, no estuve a la altura de mi fama. Tenía una pija fenomenal, de esas que son muy gordas, y también la esperanza de que yo pudiera garchármela con mi técnica de garganta profunda, que tantas veces he descripto acá. Pero la tenía tan gruesa que no podía hacérmela pasar más allá de la campanilla, se me llenaba la cabeza de mocos y tenía que alargar la mano cada dos por tres para sacármelos con el papel higiénico que, en realidad, estaba destinado para limpiar el lechazo, porque, debido a la posición, si no me sacaba los mocos, le iban a terminar lloviendo a él y eso, la verdad que no daba. Técnicamente todo resultaba muy incómodo y no terminaba de fluir. Y yo creo que si yo no hubiera estado tan degradado por la cantidad de pijazos que venía de estar recibiendo, hubiera encontrado la presencia de ánimo, la inspiración, para cumplir sus espectativas, sino a la altura de sus fantasías, sí al menos de mi escala de valores. 3 veces solamente pude hacer pasar esa verga monstruosa hasta mi garganta y siempre por pocos segundos, y, cuando finalmente me encontré cabalgándosela hasta el fondo, escuché que me decía "sí, cométela con la cola, toda entera, como no pudiste comértela con la boca". Lo cual habla de su profunda decepción. Un rato más tarde, después del lechazo, cuando se vestía me decía que mi cola se abría mucho más de lo que contaba en mis relatos. Y sí, es uno de las consecuencias positivas del efecto gang bang que me está, literalmente, atravesando. Quizás esto me debiera llevar a reflexionar de la viabilidad de mi dedicación existencial como puto y descansar de todo esto, al menos hasta que mi llama vuelva a brillar, pero no creo que pase por ahí la solución porque, una vez que uno descubre quién es, no tiene más remedio que serlo hasta el final y yo sé que es en la aceptación de mi sumisión a las pijas que voy a encontrar de vuelta esa luz del servicio, que sale sólo de la entrega, renacer en mí. Unas horas más tarde, una llamada telefónica me despertaba de mi sueño aturdido, para decirme que era otro lector de mis relatos, un fierita, que se refería a mí como "doctora", y que esta noche quería venir a cumplir en la realidad todas las pajas que se había hecho conmigo durante el verano. En un primer momento le dije que no, porque necesitaba dormir, pero no pude resistir mucho a la insistencia de su voz, que traslucía la necesidad de una pija erecta, y me levanté para encarar, otra vez, el servicio. Porque así soy y es así como tiene que ser. El servicio me está llevando a la degradación. Una degradación que algunos hasta encuentren excitantes, como encuentran excitantes los videos de los gang bang. A ellos quizás les guste la situación de ser uno más en la fila de pijas frente al cuerpo degradado. Y, quién sabe, la degradación que hoy atravieso quizás se transforme en luz otra vez, a la vuelta de la próxima pija.
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