Ritmo anal
Es divino, pero piensa que nunca más ninguna mujer se va a fijar en él. Tiene el corazón roto, como yo. Hablamos largo y tendido acerca de nuestras heridas. A veces es más fácil hablar con un masajista de tus sentimientos profundos, que con cualquier conocido. No voy a entrar en detalle acerca de lo que hablamos, no quiero traicionarlo, pero son las cosas que conocen todos quienes hayan sufrido por amor. Y en un punto, conectamos. Nuestros sufrimientos se parecen. No me detengo mucho en los pies, porque tienen hongos, aunque son pies muy bonitos, un par de besos ligan. Es lector de estos relatos, así que ya sabe las cosas que hago. "Conocés el catálogo" le digo "ya sabés qué me podés pedir". No hace falta que lo toque mucho para que se le pare por completo. Su erección es formidable, de persona joven, llena de vitalidad. Esto siempre me maravilla, no me maravilla la pija en sí, la erección es lo que me asombra y me llena de alegría interna. No tiene reparo en mirarme mientras laburo, y eso también genera conexión. Con la pija seca le masajeo arriba y abajo del tronco, golpecitos a los costados de la uretra, de un lado y del otro. Le pongo aceite en la punta y le empiezo a hacer un masaje delicado con la palma de las manos, ahí él exhala asombrado, cierra los ojos y hecha la cabeza hacia atrás. Realmente me gusta su pija, estoy decidiendo cuándo empezar a darle oral, pero lo veo que la pasa tan bien que estiro la maniobra. Vuelve a levantar la cabeza y me mira como si me quisiera decir algo, y yo sé lo que me quiere decir, ese pequeño gesto de asentimiento para que me acerque más, quiere decir que me da el permiso para metérmela en la boca. No sé por qué este gesto me excita tanto, me gusta tanto que tardo en reaccionar, el tiempo suficiente para qué el lo haga verbal "me la chupás?" bajito lo dice, sonriendo mientras vuelve a asentir con la cabeza. Su pija es larga y fina, levemente curvada hacia su izquierda, tengo que tener un poco de cuidado cuando entra, para no lastimarla con los dientes de atrás de mi boca. Se la chupo lentamente, siendo consciente del ángulo de su erección, que me hace inclinar el mentón sobre mi pecho, para que la inserción sea óptima. Es tan larga que me quedan varios centímetros afuera, cada vez que me la meto. Le doy la opción de utilizar una postura mediante la cual puedo metérmela entera, pero que va a ser un poco más incómoda para los dos. Si la está pasando muy bien como vamos hasta ahora, no hace falta hacerlo, le digo, sólo le doy la opción. A él no le importa seguir como estamos y yo creo que vamos a terminar así. Cuando su excitación sube un poco más, sus caderas se mueven para acoplarse a mi boca arriba y abajo, acelerando el movimiento. Le sigo el ritmo hasta que se queda quieto, la pelvis elevada para empujar mejor en mi boca y luego que se apoya otra vez yo vuelvo al ritmo anterior. Luego de unos momentos de dejarse mamar así, se acopla nuevamente con los movimientos de su cadera a los de mi boca y me empieza a coger la boca, entrando y saliendo con rapidez. Esta vez sí que los centímetros restantes de su pija están encontrando la manera de llegar hasta atrás. Cuando se cansa de cogerme la boca, vuelve a apoyar la pelvis, pero yo mantengo su ritmo y muevo la cabeza encima de su pija como si siguiera cogiéndomela. Ahora que él se quedó quieto y yo me ocupé de todo el trabajo, puedo ver por el rabillo del ojo como ha levantado la cabeza para verme en acción. No sé en qué momento me dice "te puedo coger?", porque cuando estoy con una pija en la boca, ya saben, pierdo la noción del tiempo. Le digo que sí, sin vacilación, como corresponde. Vieron que siempre cuesta abrir los sobres de los forros? Esta vez es facilísimo, casi sin hacer fuerza. Es como que estaba bien aspectado. Le pongo gel en la punta de la chota, como si fuera aceite, y lo masajeo con el gel. Su erección es asombrosa cómo sigue de firme. Le pongo el forro, que baja sobre la pija como por un tobogán, y después más gel encima del forro y sigo con el masaje, para asegurarme que esté bien dura. Pero nunca dejó de estar dura, así que no tengo que estar mucho así. Le doy a elegir la postura en la que quiera penetrarme. El ya la tiene pensada. Me tengo que sentar en cuclillas, encima de la pija, de espaldas a él. Obedezco. Sabe lo que quiere. Le digo que tenga cuidado, que soy estrecho. "Sí, leí" me aclara. Me encajo la puntita en mi ano y hago un poco de presión, para que enfile bien. Dolor. Respiro. Trato de relajar, siguiendo con la presión. Él se impacienta, debe sentir cómo la pija está metida medio centímetro dentro de la cola, ni la mitad del glande, y la tiene durísima, sólo tiene que volver a caderear hacia arriba, como hacía dentro de mi boca, para meterla un poco más. Y lo hace. Dolor, otra vez. No puedo pensar en placer cuando siento dolor. Pero hay momentos en que no hay que pensar en el placer, sino en el deber. Y este es mi deber de puto. Le digo que por favor tenga cuidado, que ya se abre, y me concentro y pienso en relajar la cola, en soltar los músculos ahí abajo para que su pija entre tranqui. Mi culo cede un poco y la pija se desliza unos centímetros más adentro, a lo que él vuelve a empujar la pelvis hacia arriba y yo siento dolor otra vez, y gimo, gimo otra vez, y siento que el tronco va pasando y el culo se va abriendo. Ahora él empieza a caderear, el mismo ritmo que tenía dentro de mi boca, pero ahora dentro de mi culo. Tiene muy bien ritmo, sabe bailar cuando garcha. Yo sólo me tengo que acoplar a su ritmo, como antes. Cuando él se mueve, yo me quedo quieto, para que busque su ritmo dentro de mi cola. Luego trato de seguirle el paso, y muevo mi cola para que se complemente con su ritmo. Es como en un baile, el conduce. El me conduce con la pija, yo sólo tengo que seguir. Cuando se cansa y apoya la pelvis, yo ya tengo incorporado el ritmo y puedo seguir por mi cuenta, subiéndole y bajándole encima de la pija, al ritmo que él me marcó. Como estoy de espaldas, de él no veo más que lo pies, siento su ritmo y la pija dentro mío, esa pija tan larga que me está llegando hasta al fondo, y lo suficientemente fina como para hacerme doler tan poco. Me doy cuento que estoy frente a un tamaño de pija que me calza perfecto. Pocas veces alcanzo a gozar por la cola como en esta ocasión. Pocas veces siento que estamos teniendo sexo como podríamos estar bailando. Qué loco. Tan puto que soy. Tantas pijas que me comí. Tan baqueteado está mi culo y la belleza del sexo anal se me ha revelado tan poco. Cuando él vuelve a mover la pelvis a nuestro ritmo, lo puedo seguir sin problemas, y dentro de mis tripas siento que su pija se pone más y más dura. Hasta que gime y sé que está por acabar, entonces muevo la cola más rápido y bien hasta el fondo, que entre siempre bien hasta el fondo, y hago fuerza con el esfínter, para cerrarlo sobre la pija, al revés que al principio, tensar el esfínter, para hacerlo gozar más. Cuando acabo veo como tiemblas sus piernas, sus pies, y lo escucho gemir detrás mío. Reconozco que ha pasado el orgasmo por cómo mueve los dedos de sus pies, relajándolos. Dice que ninguna mujer se va a fijar nunca más en él, pero yo les puedo afirmar que cualquier mujer que acceda a este nivel de sexo, puede considerarse bendecida.
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