Oso seguridad
Es un robot. Duro y frío. Su cuerpo es de oso, pero oso fibroso, nada cuelga ahí. Sus músculos son duros. Sus pies son ásperos. Su voz es educada, siempre amable, pero sin emoción. Es joven. Nunca antes en su vida tomó masajes. Quiere una sesión corta. Que le masajee los pies y lo haga acabar. En un momento me pregunta si hago masaje de próstata y le digo que sí, que si quiere que le haga. Bueno, me dice. Pero cuando me pongo el guante y encaro, me pregunta: dónde es el esfínter?. En la cola, le digo. Ah, no, entonces no quiero. Igual se la masajeo un poquito por encima del perineo, pero no es lo mismo, además, tiene tanto músculo y todo tan duro, que no creo que pueda atravesar esa masa de carne hasta hacerle sentir nada. Me quedo haciéndole la paja con aceite. En un momento pienso en mamársela. Se la mamo a todos. Pero él está muy cómodo así. Muy rígido. Con la pija parada, en mi mano, que va variando entre dos o tres versiones del ritmo, alternadas, a ritmo invariable, mientras contesto sus preguntas. Es un interrogatorio. "Hace cuánto haces esto?". "Cuántos tipos recibís por día?". "Te gusta masajear pijas?". "Es lo que más te gusta en el mundo?". Pero no hay morbo en sus preguntas. Son preguntas frías. Está con los brazos cruzados por detras de su cabeza y me mira con distancia. No le chupo la pija porque... no da. No sé si el chabón va a considerarlo desubicado. Pienso "qué ridículo, cómo va a pensar que soy un desubicado porque le chupe la pija, cuando ya le estoy haciendo la paja". Él está tan cómodo así, dejando que le hagan la paja. No quiero hacerlo sentir incómodo. Aunque no sé si ha llegado a estar cómodo. Es tan duro. Como si fuera uno de los lagartos de invasión extraterrestre. Es muy educado, pero no parece humano. Creo que me calienta, tiene la calidez de Terminator. Finalmente me dice: "haceme acabar". Voy más rápido. Y de golpe exclama: "no me saltará en los ojos, no?". "Qué", le digo. "La leche", responde. Yo cago de risa "no creo, nunca pasó".Y me sigue dando indicaciones: "más suave", "ahora más fuerte". Entrecierra los párpados y me mira, sonríe, pone los ojos en blanco y suelta sus buenos lechazos, que se desparraman bien alto por su tórax. Se queda unos momentos en silencio, hasta que recupera el aliento y me confiesa: "en un momento tuve miedo". "De qué?", le pregunto. "De que me saltara en los ojos". Roboto de pies a cabeza. Qué tipo raro. Igual, sí, me gustó, les juro que me gustó. Creo que a él también, pero no sabría decir, era tan duro.
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