El rincón del hétero
Hoy me di cuenta, mientras masajeaba a un señor y le miraba su anillo matrimonial. No sé para qué anuncio tanto cuando me garcha un hétero, si en realidad acá casi lo único que pasan son héteros. Mi gabinete se convirtió en una especie de "El rincón del hétero". Debiera destacar, en realidad, cuando venga algún puto a masajearse, porque resulta mucho más raro que haya un puto que quiera a otro puto que le masajee los pies, que como resulta en realidad: un hétero detrás de otro, esperando su momento para descargarme las vergas encima. No me quejo, porque lo considero una bendición, y sé que es por rachas, y que después hay rachas en las que no pasa nada, pero igual me asombro un poco, me maravillo y lo agradezco, en realidad, de la cantidad de chabones que están viniendo a que los asista para el lechazo. Siento como si todos estos tipos que están pasando por acá, me estuvieran alzando sobre sus vergas, hasta un estado donde dejo de ser nada que no sea en función del lechazo. Como si viviera en función de las pijas que estoy sirviendo, o de las que me estoy reponiendo, para poder servir a la siguiente. En ese cúmulo de vergas que de repente hay en mi día, no queda tiempo para mucho más. Y hay amigos, que conocí en esta página, que se están poniendo calientes porque, entre todos los chabones que me están pidiendo pista, yo todavía no encuentro un momento para recibirlos. Y sí, quiero recibirlos a todos, pero se producen aglomeraciones. Eso suena a excusa pero son las cosas que pasan en Buenos Aires, hay mucha gente en todas partes. Repito, no me quejo. Debiera haber muchos más putos como yo, dispuestos a ponerse a los pies de los hombres, para servirlos y hacer del mundo un lugar menos violento y más relajado. El de recién vino re apurado, como que estaba zafando del laburo un rato, incluso, en un momento, mientras le trabajaba los pies, se tuvo que poner a contestar mensajes de la oficina. Me había pautado ya por mensajes todo lo que quería hacer y cómo, básicamente, me quería hacer la cola al final y que yo estuviera completamente desnudo todo el tiempo, sin suspensor, ni nada. Cuando subía por los muslos internos se le paró la pija y, cuando le dije si quería que siguiera con el masaje o me quedara con la pija, él no vaciló "quedate en la pija, sí", acomodándose para que se le agarrara bien. Se la traté primero con aceite en el frenillo y el glande y después con las dos manos en movimientos espiralados, con la pija resbalándome como un pescado entre las manos. Me quedaba viendo las caras que ponía el chabón, mientras lo hacía, cerraba la boca en una letra o y dejaba salir gemidos bien bajitos, como re disfrutándola. En un momento empieza a mover la cadera en círculos y abrir las piernas, así que le pregunto si no quiere que le toque un poco la cola, para ponerme un guante. Me dice que no, que mejor no, así que lo que hice fue meterme la chota en la boca, aclarándole (después de haber pasado lo del viudo que me enlechó adentro) que no me acabe ahí, porque claro, la chupo sin forro. Le di cabeza un buen rato y le sentía el olor de que no se había limpiado bien el culo. Bastante desagradable eso, pero pasa mucho entre los heterosexuales o en los 100% activos, que literalmente se cagan en su limpieza anal. Cuando a la pija le empezó a variar el ángulo de la erección, de lo dura que se le ponía, tuve que variar mi posición y, de sentado que estaba bajo sus piernas, tuve que arrodillarme, para que así la cabeza quedara en un ángulo donde la pija me entrara mejor. Así me quedó la cola al aire, los cantos bien abiertos, y sentía como el aire caliente de la ventana entraba y me acariciaba adentro de la raja de la cola y el chabón, mientras, aprovechaba lo bien que me entraba su pija en la boca en esa postura, para empezar a dar caderazos y cojerme hasta la garganta, su pelvis golpetéandome contra la cara cada vez que la metía y a un ritmo muy rápido, como de cojida final. Eso me hizo sentir tan, pero tan puta, que de golpe, yo también estaba con la pija medio parada. El tipo se dio cuenta al toque "estás excitado!", celebró. Y se incorporó y sin que yo tuviera tiempo de decir nada, me manoteó el ganso y me lo sacudió un par de veces. Y luego se volvió a recostar para que continuara. Al principio, hace mucho tiempo, cuando recién comenzaba a hacer masajes, me pasaba que, cuando un chabón me agarraba la pija, yo me re desmotivaba, porque no sabía cómo acomodarlo dentro de mi experiencia de puto, quizás me pareciera entonces que un chabón por agarrarme la pija era menos macho y que yo, por tener una erección, era menos puto. Pero después me di cuenta que no era así, un chabón, completamente hétero, puede querer agarrarme la pija y seguir sintiéndose igual de hétero, seguro que hay varios héteros en la sala que entienden lo que digo, y yo... yo aprendí a, cada vez que, si se me paraba, alguien me agarrara la pija, sentirme, no como un macho, sino como una travesti, es decir, sentirme más femenino cuando me agarran la pija. Y así, cuando siguieron sucediendo estas cosas, pude acompañar el fluir del deseo del chabón hasta el final. Acá el final llegó de golpe, porque el tipo, olvidándose de toda su charla previa para hacerme la cola, se calentó tanto que se agarró la poronga con la mano y se la sacudió hasta acabar, mientras yo le masajeaba los huevos para potenciarle el orgasmo. Qué lindo que es acabar mientras te masajean los huevos! La leche saltó lejísimos. Mucha leche, le llegó hasta las tetillas y le cayó toda por el costado. "Al final no me hiciste la cola" le dije, por decir algo, asombrado de la cantidad de semen que le estaba limpiando del cuerpo. "Pero te cojí re bien la boca, la cola quedará para la próxima".
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