Colectivero

 Yo les digo que era un colectivero y a alguno de ustedes les puede dar algún morbo por ese lado. Pero un colectivero en mi camilla sólo se distingue por los problemas lumbares que le trae el laburo a su pobre espalda. Este ya tenía dos hernias bloqueadas y venía de ver al médico para que se las revisara. Era gordo y un poco bajito, ya desnudo se agarraba la panza y se quejaba de que la pandemia lo había hecho engordar. Pero esa panza no databa de la pandemia, tenía que ser bastante anterior para tener tales dimensiones. En determinado momento, me di cuenta que al chabón le daba morbo mirarme mientras se la chupaba, así que tuvimos que enroscar varias veces la almohada sobre sí misma, para que alcanzara la altura suficiente para que pudiera, sin hacer demasiado esfuerzo, verme por encima de su panza. La pija no era muy grande, pero tenía la cabeza curvada hacia abajo, si hubiera sido un poco más larga me la hubiera podido deslizar hasta detrás de la glotis y frotarme el centro erógeno que tengo ahí en la garganta, pero no llegaba. Igual era una pija agradable de chupar, muy limpia, muy limpio el olor del chabón, me sorprendió eso, porque a primera vista no parecía muy limpio. Pero esto lo volvía de golpe mucho más agradable de mamar de lo que hubiera pensado en un principio. "Qué lindo que la chupás, qué suavecito" me decía. No teníamos mucho tiempo, porque el tipo se había demorado media hora en llegar, así que estábamos a las corridas, porque pegado a él tenía confirmado a otro más, a quien no quería dejar esperando en la calle, habiendo sido él quien se había demorado. Al siguiente ya le había pedido por favor si podíamos correr la sesión un rato para poder servir primero al colectivero, así que no daba dejarlo esperando en la calle. Hoy era un día de esos, de los complicados, y yo tengo que recordar siempre que no da poner sesiones tan cerca una de otra. Como no teníamos tiempo para colgarnos, con el colectivero fuimos bastante expeditivos y él también se puso las pilas y no tardó mucho en decirme que le tocara la cola mientras se la mamaba. Así que obedecí y empecé a tocarle arriba y abajo del esfínter, en toda la raja, y después concentrándome en los bordes carnosos del esfínter, mientras le daba masa con la boca a su pija. El chabón estaba a pleno con los gemidos. Como veo que la gozaba muchísimo más que el hétero estandard y que la cola se iba abriendo bajo mis dedos, me saqué la pija de la boca y le pregunté si quería un masaje de próstata. Me dijo que sí, con una sonrisa ensoñadora, así que me calcé el guante quirúrgico, le tiré un poco de aceite a la chota, y de ahí fui bajando el aceite hasta la raja, para empezar a darle presión con los dedos de mi mano izquierda, a ver si la cola abría sola, porque hay que hacer así para abrir una cola, estimularla para que se abra sola, y no meterse a lo bruto, mientras con la mano derecha le hacía la paja. La cola se le abrió al toque y se tragó solita mi dedo hasta la 2da falange. Como el chabón cadereaba y empujaba, yo le dije "mirá, voy a dejar la mano quieta, vos con tus movimientos de cadera vas a regular cuánto sigue entrando, así que lo vas a controlar vos, yo dejo la mano bien firme y te sigo haciendo la paja". Y el gordo empezó a caderear de lo lindo, y a morderse los labios y a gemir. La verdad que me encantaba verlo tan en control del goce de su cola y pasándola tan bien. Es muy loco cómo tantos héteros están a pleno con el goce anal, porque este chabón era tremendo machazo. Todo virilidad. En un par de semanas se iba con su familia de vacaciones a Córdoba. Pero antes de irse quería pasarse un buen rato conmigo y con su propia próstata, que se notaba que no era la primera vez que lo hacía gozar así, porque el culo tenía una capacidad de dilatación enviadiable, mucho más elástica que el mío, pobrecito, que es tan estrecho, que cada vez que entrego la cola sufro como un condenado, que la entrego cuando me la piden, porque no me desubico y sé cómo me tengo que comportar, pero aún así es un dolor que ni te cuento. Pero el tipo este quería más, debería haberle metido más dedos, porque esos movimientos me lo  pedían, se apretaba tanto contra mi mano que, en un momento, pensé que me iba a arrancar el dedo que tenía metido adentro. Finalmente dio un rugido, pero un rugido en serio, de tono bajo y volumen alto, como de una fiera ,y acabó mientras yo le presionaba fuerte la próstata, para que la sintiera mejor, y le daba los toques finales sobre el frenillo, para que no se perdiera las sensación genital que daba sentido a todo.

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