Chico sexy

Cuando entramos al gabinete, vemos, en la mesa, que me había olvidado de tirar el envoltorio del forro con el que me había garchado el camionero unas horas antes. Momento incómodo. "Esto no debía estar ahí" digo, mientras lo saco rápidamente. "No" afirma él, muy de acuerdo. Ya había venido antes, como hacía dos o tres años. Y yo no lo recordaba. Cosa rara, porque suelo recordar a todos. Más si están tan bien como él. Morochazo argentino. Joven. Bien de cara. Cuerpazo. Empezó a entrenar fuerte, gimnasio, fútbol y, como no estira nunca, se está empezando a romper. Así que viene con toda una lista de problemas físicos listados y un programa de trabajo. Conoce los nombres de todos los músculos y tiene opiniones formadas sobre cómo encarar cada situación. Muy serio en relación con su propio cuerpo, se re saca cuando, entrenando en equipo, sus compañeros no muestran el mismo respeto que él por la práctica. Cuando tiene que apoyarse su pie encima mío, para comenzar el masaje, noto que no descarga todo el peso, lo mismo que el camionero de hace un rato. "No quiero lastimarte con mi peso" me dice. Y sí, puede que haya una desproporción aparente entre él, que es tan macizo, con esas piernas musculosas que, es cierto, pesan muchísimo, y yo, que parezco tan delicado, debajo suyo, pero le digo que no tenga miedo de descargar su peso encima mío, que si no lo hace yo no voy a poder relajarlo y que, a pesar de las apariencias, soy resistente. Me cuelgo en serio a hacerle el masaje, mientras hablamos de todo. Hablamos mucho de fútbol, no de jugadores y partidos, de los que no sé nada, sino de la experiencia dentro del campo de juego, cosas que me han contado otros futbolistas, en esa misma camilla, cómo hay que estar alertas durante el partido, con la mente relajada para tener activa la función de la mirada lateral, al mismo tiempo que la mente despierta para detectar las jugadas en curso y la dirección ideal hacia dónde llevar o pasar la pelota. Su cuerpo es tan imponente, en un buen sentido, y emana tanta vibra sexual, por más que no la tenga parada, que trato de poner la mente en blanco mientras le amaso los músculos para percibirla de forma plena. La energía del varón reconcentrada. Este chico es la definición misma del atractivo sexual. Me gustaría disolverme en su energía. Lo cuento corto, porque el sexo fue sencillo. Para parársela, le elongo el cuerpo cavernoso, estando fláccido, mientras le masajeo la ingle y la base de la chota misma, con el talón de la mano. Repito la operación el tiempo necesario hasta que la pija se le pone bien larga, pero blanda, y después progresivamente más hinchada. Termino de drenarle sangre al cuerpo cavernoso con golpeteos ascendentes en el sentido de las arterias. Digamos que se la paro con arte. Se lo merece, por el respeto con el que trata a su cuerpo. Cuando le doy la opción, prefiere que no se la chupe, quiere que le haga un manual con aceite. Algo muy de hétero neto, esto de preferir la paja al pete, ya me pasó hace unos días. Está con el glande muy sensible, me dice que si se lo sigo estimulando va a acabar, así que se lo cubro con el prepucio y lo masturbo lentamente, para hacerlo durar, con un masaje circular en los huevos. Todo muy simple. Pero a cámara lenta. Y siempre los dos flotando en esa energía espesa de vibración sexual que emana de su cuerpo. Así hasta que se pasa la lengua por los labios, que se le hinchan, respira profundo y acaba. Mucha leche. Muchísima, pero muchísima en serio. Como si me chorrara maizena por la mano. Lo limpio con cuidado y él se queda como en trance, hiper ventilando. Le toco un cuenco tibetano para ayudarlo a bajar y viéndolo así, con su cuerpo imponente, puro sexo, con el pubis depilado, me cae la ficha: este pibe es un escort. Un escort pasado de stress, cansado de andar por ahí metiendo la pija en cada agujero, y anhelando, por una vez, ser él el servido, con el servicio más simple, el más sencillo, simplemente tirarse a disfrutar de su cuerpo y de su pija sin mayores complicaciones. Mientras se viste le pregunto, delicadamente, para sacarme la curiosidad, si nunca probó ser escort, porque tiene el cuerpo y la pija para hacerlo. Me dice que no, que tuvo la oportunidad, pero que eso es un bardo y que no quiere cagarla con su novia. Le importa mucho proteger su pareja, y yo lo re entiendo, porque a mí me acaba de dejar la mía y es el dolor más grande que he tenido nunca. Y no hay mañana en que no llore por ese amor que se fue, y que es irremplazable. Nos quedamos charlando un rato en la vereda, cuando le bajo a abrir la puerta, como dos conocidos del barrio. Qué loco, que una experiencia tan agradable tenga tan poco material para contar. Así debe ser también la felicidad.

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