Camionerio bestia
Pienso que no se conoce verdaderamente a un hombre hasta el momento del acto sexual, es ahí que, si está cómodo, suelen caer todas las máscaras y se revela su auténtica personalidad. Este camionero vino desde Morón y no fue hasta que le acerqué mi lengua al frenillo de la pija, preguntándole si así estaba bien, que me dijo "no, metétela toda" y entro definitivamente en confianza. Era un oso rubio, con esos problemas de la piel muy blanca, que, al ser casi lampiña, se brota en verano al transpirar demasiado. Muy fornido. Con problemas de cintura por cargar, todos los días, él solo, cajas de 25 y 30 kilos. También problemas articulatorios en las falanges de una mano, pero yo no podía hacer mucho por eso, lamentablemente. Cuando le masajeaba los pies lo notaba a medias cohibido y a medias excitado. Me miraba de reojo mientras amasaba sus pies enormes y su chota subía y bajaba de varios grados de semi erección, como si él estuviera tratando de pensar en otra cosa para que no se le parara tanto. Eso era bueno porque indicaba que le gustaba, o al menos que le gustaba tener un putito ahí abajo suyo, mirándole la chota desnuda, mientras le masajeaba los pies. Cuando le pedí que me apoyara el pie sobre el pecho, la erección se le había hinchado más, así que probé con llevarla hasta mi frente y pedirle que hiciera un poco de presión, y ahí ya se le fue de control, completamente parada. Era uno de esos tipos que les causaba tremendo morbo tener a un putito aplastado debajo suyo. Sabiendo esto, durante el masaje, le insistí mucho en que descargara todo su peso, que era enorme, porque el tipo estaba hecho de granito, encima mío, que yo parezco flaquito y delicado, pero soy fibroso y flexible, como un monje oriental, y me banco mis buenos pesos. Así pude aliviarlo un poco de la espalda y de las cervicales, casi sin causarle dolor, hasta que llegó el momento de su satisfacción sexual, entonces, como decía al principio, entró en confianza, porque hasta entonces se había mostrado bastante cortés y distante. En cuanto me la metí toda en la boca, empezó a ser mucho más verbal "te entró toda?". Yo no le podía contestar porque, justamente, la tenía toda adentro. Pero al chabón lo que le gustaba, más que que yo le contestara, era preguntármelo, ser verbal al respecto de cómo me estaba dominando con su pija y con sus deseos. "Esto sí que es relajante" dijo, triunfal, mientras se colocaba las manos detrás de la nuca y empezaba a mover la cadera atrás y adelante contra mi boca, la pija entrando y saliendo de la garganta. Como su pija tenía una curvatura justo antes de llegar a la punta, muy rara, se evitaba el reflejo de la glotis sin necesidad de que yo cambiara de posición, así que podía cojerme muy cómodo por la boca, desde esa posición. A diferencia de otros tipos, que prefieren tener los ojos cerrados e imaginarse vaya a saber qué cosa mientras están conmigo, éste levantaba la cabeza y me miraba mientras me daba con la pija mete y saca, agarrándome de las orejas por momentos, para sentirme más bajo el dominio de su pija. En un momento la sacó y me dijo, ronco, "sentate encima" yo lo miré desconcertado, pero sólo por un momento, porque había estado muy metido en la acción del pete y me había olvidado de dónde estaba. Me pasa siempre con el pete, que me olvido de todo. Pero me incorporé, súper obediente, y le pusé gel a la pija primero, masajeándosela con el gel, hasta que quedó bien resbalosa, para que no le moleste el látex, después le puse el forro y, por último, más gel arriba del forro, sobre todo en la parte del frenillo, masajeándosela un toque más. Igual, la erección no la había perdido nunca. Cuando me senté arriba, al momento que sintió que la cabeza había penetrado mi esfínter, quiso entrar con un caderazo. Pero yo lo detuve, medio paniqueado, "bancá que todavía está cerrado", porque si seguía por ese camino me iba a hacer ver las estrellas. Y a mí, ese grado de sadismo, no me va. Así que lo tuve que contener un toque, mientras el culo se me iba abriendo y la pija, mal que mal, iba entrándome en la carne. "Ahí se está abriendo" dijo el camionero, ansioso. "Sí", concedí yo, apenas pudiendo respirar por el esfuerzo. Y me incliné un poco hacia atrás, para que entrara mejor. El me abrió bien las piernas y me sostuvo de la parte interior de los muslos para empujarla bien adentro, mientras yo sufría como si me estuviera matando, porque iba demasiado rápido para la capacidad de asimilación de mi cola, pero sin quejarme. Debo haberme puesto muy pálido, "qué, no te gusta?' me dijo, y yo "no, sí sí, me encanta". "Ahí está, entró toda" murmuró, finalmente, sin dejar de mirarme, moviendo las caderas contra mi cola, sentía los pelos de su pelvis contra mi perineo depilado. Me bajó el suspensor y me manoteó el pitito, "no se te para?". "Si me tocás, podés hacer que se pare", le dije yo, en un mar de dolor. Él empezó a sacudirme la pija floja de manera violenta, mientras, también de manera violenta, me daba con su pija adentro de mi cola, pero nunca sacándola mucho. Al chabón le gustaba que estuviera toda adentro y moverla ahí. Con una pija en la cola difícil que se me pare, el dolor es demasiado y yo entrego la cola por sentido del deber, satisfacción de ser funcional al deseo del otro, pero no por un placer físico en sí que me produzca. Hay pijas de un tamaño y forma especiales que, al sólo ponérmelas, me llenan de goce, pero son de tamaño mediano a chico. Nunca es tan sencillo gozar por la cola, como se goza por el pito. Por el pito, el orgasmo es fácil, y por la cola también, ojo, pero si te hacen un masaje de esfínter o próstata, que son muy suaves y poco intrusivos, de manera tal que podés sumar un orgasmo anal a otro genital, pero que un macho te ponga una pija, más o menos grande, en el orto es otro universo sensorial, puede ser increíblemente significativo y hacerte sentir muy bien después, o, como en mi caso, que ocupás el lugar que te corresponde en el mundo, pero desde el punto de vista sensorial es mucho más ambiguo que el placer neto de gozar por la pija. En raras ocasiones el portador de la pija piensa demasiado en tu placer, quiere meterla y, si ve que sufrís, eso puede excitarlo aún más. Hay mucho de masoquismo en esto de someterse a que te den por el culo, en aprender a gozar del dolor, o a buscar que te guste el dolor, o a tratar de evitar que el dolor se vuelva insoportable y anule toda posibilidad de goce. En mi caso siempre entregar la cola es casi un acto que trasciende lo físico, porque es el momento en que son todas mis máscaras se caen, y ya no soy el masajista que sabe todas las técnicas para el gozo del tipo que lo visita, sino simplemente un putito, con un agujero chiquito, que "se deja", rogando no sufrir demasiado durante el procedimiento. Me gustaría tanto ser como esas locas que perrean con pijas fenomenales en la cola, dominando por completo la situación, pero al menos tengo la voluntad de facilitar al hombre el acceso a mi ano, para desahogarse en caso de que quiera un anal, sabiendo que cumplo con mi deber al hacerlo. "Quiero que vuelvas a chuparla" me dijo después de un rato, así que le salí de encima y le saqué el forro, viendo, por el costado del ojo, cómo el forro tenía un hilito de color en la punta y rogando al cielo que fuera caca y no sangre."Te sorprendí, no?" me preguntó, otra vez recostado con las manos en la nuca y otra vez yo no pudiendo contestarle, por tener la pija en la boca "acá vienen todos los chabones y se conforman con una paja, no? Ja, esta vez fue diferente!" exclamó. Me saqué un momento la pija de la boca, para decirle "me entraste como un camión". "Una pena que no se te para" me dijo pensativo. "Sí, se me para. Pero es muy raro que si tengo una pija en la cola se me pare, duele demasiado". "Si te la toco ahora, que te la saqué, se te para?" preguntó con interés. "Sí, si me la tocás bien, se me puede parar", le contesté. Él se sentó en seguida y volvió a sacudirme la pija a lo bestia, pero a lo bestia bestia. "Perá, perá" lo frené, y le volqué medio frasco de aceite en la mano, porque me estaba raspando hasta morir. Aparte el chabón me agarraba el glande y lo estrujaba y le pasaba arriba y abajo el pulgar, que era recontra áspero. "Mirá" le digo, queriendo ayudar "si me tocás las tetas vas a ver cómo se me para, es mi zona erógena" y le llevé su otra mano sobre una de mis tetas. Así que el chabón me tocó un poco las tetas y ahí vio como reaccionaba la pija, así que se agarró a la pija con las dos manos otra vez y a sacudirla y apretarla y estrujarla. Yo, mientras, no dejaba de pajearlo a él, que la pija la seguía teniendo siempre igual de dura, durísima, el chabón estaba re excitado. Mi erección, en cambio, se le moría irremediablemente en las manos, y el camionero, al ver esto, me agarró de otra vez una teta y la apretó un poco, como quien pusiera el cebador para arrancar un motor. Esto me causó más gracia y ternura que otra cosa, porque lo veía tan concentrado en "hacerme funcionar", como si fuera un mecanismo, pero también me empezó a dar un poco de morbo, estar a disposición así de una masculinidad tan básica, hasta que él se cansó y se hechó otra vez hacia atrás, tan violentamente que se golpeó fuertísimo la cabeza contra la pared, gritó y se llevó la mano a la cabeza, pero la pija no se le bajó. Se recostó bien y me dijo "haceme acabar con aceite o chupámela un rato más, vos tenés la opción". Si lo pensaba un poco, quizás se la seguía chupando, pero no lo pensé, agarré lo que quedaba de aceite y empecé a darle al relax manual. El, quizás un poco decepcionado, me dijo "tocame un poco la cola", así que le estimulé suave el borde del esfínter, sin entrar jamás. "Mirá qué dura se me pone cuando me tocás la cola, un mástil!", me dijo, y la verdad que la pija siempre había estado igual de dura, su erección nunca había variado. Parecía tener la pija hecha de piedra. "Ahí viene, ahí viene la leche!" dijo antes de soltarla, muy blanca. "Cuánta leche" le dije "hace mucho que no acababas?". "No, acabo seguido, acabo" me respondió.
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