Adoración de los pies del motoquero
Siempre ha vuelto. No muy seguido. Pero cuando lo hace, para mí es una celebración. Es el tipo de pibe que me hace reafirmar mi vocación de servicio a los hombres. Viene desde que él todavía tenía esperanzas de entrar a las ligas menores de fútbol y de esto hace ya muchos años, posiblemente cuatro o más. Si hubiera llevado una crónica desde entonces, podría saberlo. Ahora se hizo motoquero. Y me cuenta de la libertad que siente cuando anda con su moto por la ciudad. De cómo él, aunque haga un calor de morirse en Buenos Aires, encima de la moto siente el aire fresco en su cara. Hace mucho que no nos vemos, porque por esto de la pandemia yo me había borrado por bocha de tiempo de la ciudad, yéndome a vivir un amor que, para mi desconsuelo, se terminó. Me resalta el hecho de que ahora tiene las piernas depiladas, porque la obra social le reconoció el tratamiento y el aprovechó la ocasión, no por nada estético, aclara, sino porque le molestaban tantos pelos cuando andaba en moto. Se me viene a la cabeza la imagen de sus piernas como eran antes, tan peludas que tenía que embadurnarlo de aceite para poder pasar la mano con facilidad, y la contrapongo con la imagen de ahora, la piel tersa y limpia, y me pregunto cómo afecta su masculinidad. Nada, no le afecta en nada, me respondo. Las caderas las tiene muy anchas, las areolas de las tetillas también, y esto, sumado a la depilación, le da un carácter andrógino a su físico, que uno no podría sospechar al verlo vestido. Su actitud, su trato, su voz, no son nada andróginos. Es un machito serio y de buena postura, de esos que nos hacen suspirar a los putos cuando nos atienden detrás de un mostrador o nos resuelven algún problema imposible en un edifico público. Durante el masaje ya no me habla, sabe cómo es, ha pasado por esto muchas veces, se queda callado y me deja hacer. Sus pies ya no tienen el brillo interno de la piel casi adolescente de hace unos años, y se empiezan a curtir, pero de ellos sigue emanando una energía muy fuerte. Que no es olor, él viene muy limpio cuando me visita, es calor y el calor es energía. Y no es locura mía, de fetichista, sólo hay que estar lo suficientemente atentos como para percibirla, hay mucha otra gente que lo ha notado. Los indios guaraníes tienen un término "tatachi n'arupa" que habla acerca de la energía que emanan tanto las palmas de las manos, como la planta de los pies, y que es una energía creadora. La mística cristiana también habla de esto, cuando se refiere a cómo San Francisco, ya en estado de iluminación, hacía que las flores se abrieran en los caminos sobre los que caminaba. En la India, en cuya mística yo me inicié para poder dar este estilo de masajes, se adoran los pies de la diosa Saraswati, de los que sale la música que produce la inspiración en las almas. Ustedes dirán que estoy un poco loco, ya me lo han dicho otros lectores de este página, pero sería, en todo caso, una locura leve y buena onda, que a ustedes les viene muy bien, porque hace que, en determinadas ocasiones, yo me postre a adorarlos, como se adoran los dioses en la India, y eso, sabemos, hace que algunos chabones se re pongan con la calentura, quizás porque intuyen que tener a un puto así, rendido a sus pies, los enaltece como hombres, o quizás porque, simplemente, les hincha la pija y les da ganas de soltarme el lechazo encima. Así es cómo, en mi camilla, en determinado momento tengo que maniobrar las piernas del motoquero para acomodarme un poco más cerca suyo y siento cómo, al pasar las plantas de sus pies cerca de mi cara, siento un campo de calor proveniente de ellas, que me golpea las mejillas, y el también lo siente, porque veo cómo su pija se hincha repentinamente ahí adelante. En este tipo de masajes, yo siempre estoy atento a cómo crece la pija del hombre que sirvo, y así puedo saber si algo lo está excitando o si lo deja indiferente. Hay algunos que se excitan sólo por la idea misma de mostrarme cómo las pijas les van creciendo mientras los masajeo ahí sentadito. Es parte del morbo de tomar una sesión así, tener al masajista expuesto ante sus pijas, cuando se comienzan a erguir de manera cada vez más amenazantes en el medio. Pero esto es parte del morbo de los varones, porque, ya lo he dicho otras veces, cuando una pija se empieza a parar, lejos de constituir una amenaza, para mí es el alivio de estar entrando en territorio conocido. Una pija parada ante mí significa que, más temprano que tarde, voy a tener que hacerme cargo del lugar que me corresponde, por puto, y eso es natural para mí y generalmente sé cómo comportarme. Al verlo reaccionar así me di cuenta que acá la cosa pasaba por la adoración de los pies. Tengo una técnica, que no la aplico siempre, porque a muchos les da repulsión y acá no es la idea poner incómodo a nadie, que implica masajear los talones con la boca, porque la piel es bien gruesa ahí abajo, pero yo puedo hacer presiones leves con mis dientes para poder llegar hasta el músculo y estimularlo. Como al motoquerito la pija se le sigue hinchando al ponerle los dientes, introduzco todo el talón en mi boca y alterno dientes, con lengua y succión, dándole el masaje completo de talón. Y el pendejo se pone, no al palo, al re palo. La pija se le revienta de lo parada que se le pone. Al pibe le re cabe que le adore los pies. Ahora recuerdo otras sesiones que venían por el mismo lado, y posiblemente sea también la razón por la que siempre vuelve, ya que no debe encontrar quién más se los adore así, y eso que esta ciudad está llena de gente. Continúo con la adoración durante todo el masaje de sus piernas, al masajearle los gemelos, lo dejo apoyar su pie sobre mi cara y muevo la cabeza para ir recorriendo con mis labios las yemas de sus dedos, para que él sienta, sin moverse, como si él fuera, con sus dedos, quien recorriera la forma de mis labios. ¿Se entiende? ¡Es todo muy difícil de explicar, pero tan fácil de hacer cuando fluye el morbo! Hay un momento en el que él ya no puede más con su calentura, y rompe su inmovilidad para mover los dedos sobre mis labios, hacia adentro de mi boca, y yo entiendo lo que tengo que hacer y me pongo a mamárselos, de a uno a la vez, de a dos a la vez, pasándole la lengua por entre los dedos y haciéndoles presiones en las bases, que es el punto sensible recomendado por los maestros. Y todo esto sin dejar nunca de amasarle los gemelos, porque soy un puto multifunción. Yo también estoy muy afectado por la intensidad que tomó la adoración y, al moverme un poco más adelante, para empezarle a trabajar los isquiotibiales, me quedo mareado por unos segundos. Me flexiono sobre la cadera y le masajeo las manos, hundiéndole mi nariz en el escroto, hago un masaje de los huevos con mi nariz, se los muevo bien hacia un lado y hacia el otro, y la presión con mi nariz es suave. Cuando levanto un poco la mirada sobre sus huevos veo la pija ahí encima mío, que late en toda su gloria, ansiosa de mi atención. El masaje isquiotibial, preferido de los futbolistas, suele ser el momento en que las pijas se paran, porque implica trabajar sobre los muslos internos y ahí ya entramos en zona erógena plena, pero el pibe acá ya está completamente al palo, así que resulta medio un anti clímax, comparado con lo que acabamos de hacer. Mientras pienso cómo resuelvo este problema, le termino de correr el prepucio, para que no se acumule presemen, y le trabajo los muslos hasta que se me ocurre que, si le flexiono un poco más la rodilla puedo hacer que toda su planta se apoye con bastante fuerza sobre mi cara. Él así tiene la impresión de que me está aplastando bajo su pie y yo puedo lamerle los metatarsos y frotar sus dedos contra mis ojos, sin necesidad de usar las manos, que quedan muy ocupadas trabajándole los isquiotabiales. Debido a lo forzado de la posición, no puedo hacerlos a la vez, como lo hago siempre, porque con un brazo sostengo el peso de la pierna, mientras que la mano restante masajea por turnos el bíceps femoral, y luego cambio de brazo para los semitendinosos y membranosos. Pero ya acá, debo confesar que el foco de mi atención está sobre el pie que me aplasta la cara y que yo adoro con devoción, y creo que al pibe tampoco a esta altura le importa mucho cómo le esté masajeando los muslos. Nos dejamos llevar, la verdad, muy poco profesional lo mío, pero son sólo algunos minutos. Luego se da vuelta, para que le haga un poco de masaje en la espalda, y ahora también viene la descripción de una de esas posturas hinduistas, difíciles de explicar sin un croquis, y que quienes ya pasaron por acá quizás reconozcan, donde el chabón, que está boca abajo, tiene que abrir las piernas para que yo, boca arriba, pueda sentarme justo debajo de su cola, hasta donde llega su pija, si está parada y puesta hacia abajo, de manera tal que la estimule cuando me siento y así poder mantenerla parada durante la maniobra, que es con mis propios talones a lo largo de su espalda. Las rodillas del pendejo se flexionan, para levantar sus pantorrillas y apoyar los pies sobre mis trapecios, pudiendo presionar, si quiere, las plantas contra mi cara. Lo dicho, complicado de decir, como las posturas del Kamasutra, pero muy cómoda en realidad. Y el pibe aprovecha para seguir pisándome la cara, mientras le masajeo la espalda sentado encima de su pija. Y hasta ahí llega la adoración, porque cuando me paro a hacerle los omóplatos, ya sus pies quedan atrás. Nota aparte tengo que hacer sobre los omóplatos de este chico, y es que los omóplatos no son parte de un fetiche, sino, más bien, de una superstición mía, de masajista hindú, y es que es mi creencia que los chabones con omóplatos que se les separan del cuerpo están un escalón por encima en la escala evolutiva de la humanidad. No puedo decirles por qué, es una superstición mía, pero creo que están más cerca de ser ángeles, y mi conexión sexual con ellos es óptima. A este no le pongo aceite en la chota, yo ya estoy tan encendido que cuando se da vuelta me siento en loto a su lado y me la meto de una hasta el fondo, sin pre aviso. Hace mucho que no tengo tanta necesidad física de meterme una pija en la boca. Después de tanta devoción es para mí de una necesidad dolorosa hacerlo. Yo sé que él quiere tocarme la pija, ya en otras sesiones me ha hecho la paja, y hasta ahí llega su experimentación gay. En un momento, durante nuestras primeras sesiones, me pidió que le enseñe "cómo chupar una pija", pero no volvió a mostrar interés en hacerlo, a lo máximo que llegó conmigo fue a tocármela y hacerme la paja, mientras se la mamo. Así que esta vez ya me siento de forma tal que le resulte fácil hacerlo y mientras le doy boca y garganta a su pedazo, siento cómo su mano se va acercando sigilosamente al mío, primero el dorso, luego los dedos y finalmente toda la mano se agarra de mi pija y me la empieza a sacudir a buen ritmo. Un ritmo al que intento acoplarme en las subidas y bajadas de cabeza que le hacía sobre la pija a él. Todo se vuelve un poco vertiginoso. Su pija se zafa un toque de mi boca y se me chorrea un tremendo hilo de baba, blanca y espumosa, mezclada con presemen, que baja por su ingle en dirección a la raja de la cola. Yo le esparzo la baba hacia abajo del perineo con una mano y él flexiona una pierna, para que le llegue mejor hasta la apertura, así que sigo mamándosela mientras le busco el esfínter entre los cachetes bien firmes. Y no sé si, más allá de sus experiencias conmigo ha estado con otros hombres, pero algo les puedo asegurar y es que, en ese culito nunca entró nadie, es un agujero virgen el que yo toco, acaricio y masajeo, mientras él se retuerce de placer. Deja de hacerme la paja y busca su propia pija, para pajearse él mismo, y yo le empiezo a chupar los huevos, pero él me saca de ahí y me da la primera indicación verbal de la sesión "ahí no! acá arriba!" tocándose los pezones. Dejo una mano en su cola, completamente húmeda, y voy con mi cabeza hasta los pezones. Cuando los empiezo a chupar, el acaba. Tiene un triple orgasmo: en la pija, en el culo y en los pezones. La leche es blanca, mucha y espesa. Yo quedo tan puesto por el derroche de hormonas, tanto suyas como mías, que me siento borracho el resto del día.
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