Un malo de James Bond

Dos metros de alto. El cuerpo lleno de tatuajes. Yanqui. Siempre que viaja a Buenos Aires, lo primero que hace es comunicarse conmigo. Necesita imperiosamente que un masaje de pies lo haga olvidar del vuelo. Tiene una panza gigantesca, que lo hace parecer un gran oso polar, pinta atemorizadora que podria hacerlo figurar como villano asesino en una pelicula de James Bond.

Es un cliente que me queda de cuando Craiglist todavia no habia adherido a las reglas neopuritanas contra los masajistas y todavia podia anunciar ahi para la colonia angloparlante. Una pena no poder seguir en contacto con ese nicho, yo los hacia felices y ellos a mi. Recuerdo una tarde en que, sin saber uno lo que hacia el otro, tanto el piloto como el copiloto del mismo vuelo de American Airlines habian pedido mis servicios en habitaciones contiguas del Hilton de Puerto Madero. Hago cargo a mi discreción de que nunca se enteraran. Este yanqui que me llama ayer a la tarde, justo cuando terminaba con el machito futbolero, viene siempre un par de veces al año a Buenos Aires. No se bien por que, pero siempre para en el mismo tipo de departamentos corporativos, bastante lujosos, y nunca muy lejos de "la" embajada.

Recuerdo que el primero de los departamentos a los que fui tenia un hidromasaje redondo bien grande en el medio del cuarto. O sea, guita. El tipo maneja presupuestos impresionantes. Anoche, cuando llegue a su nueva locacion, la valija todavia con los sellos del aeropuerto sin romper, podia sentir ese olor tan familiar de los departamentos de la gente de guita. Un perfume impersonal, de una limpieza inerte, siempre parecida a si misma.

En el apuro por llegar hasta allá, me habia olvidado el mat para el masaje, asi que lo hicimos sobre su cama. Lo tuve que poner en diagonal, porque es tan tan alto, que no hay forma de que entre a sus pies de otra forma. Aun asi, estuve todo el tiempo haciendo equilibrio para no caerme, mientras el se despatarraba con suma comodidad. Pero bueno, aca lo importante es su comodidad, no la mia.

Nuestros encuentros son muy rutinarios, siempre similares. No le interesa que le haga otra cosa que los pies, antes de pasar al sexo. Asi que me dedico a darle un masaje profundo y dedicado a cada parte de sus pies. Bonitos, blancos, gi-gan-tes, sobresalen media cabeza por encima de cara. Y luego pasamos al sexo, que es lo segundo que el esta esperando.

Tiene una pija relativamente grande, si tomamos al normal de la gente, pero no tan grande si la medimos con el resto de su cuerpo. De hecho, la pija mas grande que vi nunca tambien fue de la epoca de los gringos del Craiglist, un yanqui milloneta bastante bajito, ante quien los empleados del Alvear se ponian a temblar, y que me llamo cada diez dias durante los tres meses que anduvo por aca. Este tenia una poronga del tamanio de mi antebrazo y decia ser "triatleta profesional en Argentina", algo que tambien, por alguna oscura intuicion, nunca termine de creerle.

La particularidad de este yanqui de los tatuajes, el que me llamo ayer, es que tiene un Prince Arthur. Saben que es? El Prince Arthur es un piercing en la punta de la chota, a la altura del frenillo. Se lo hizo en su juventud, me dijo una vez, en la misma epoca que todos los tatuajes. Lo bueno de estos pierciengs es que hacen que la pija sea facil de manipular. Basta con agarrar delicadamente el piercing, como si fuera una manija, y lo empezas a sacudir con pequenias vibraciones, y no pasa ni medio minuto hasta que la pija esta dura coma una roca. Despues la paja se la haces con aceite, como a cualquier otra chota circuncidada. No esta buena para chupar, sin embargo. Pero al capo este no le cabe eso, le gusta que se la pajee con aceite mientras le meto mano en la cola.

Y es que este yanqui atemorizante tiene uno de los ojetes mas dilatados que he conocido. No se cuantas cosas habran entrado ahi, pero me imagino que muchas. Recuerdo una sesion particularmente original, en la que puso musica death metal a todo volumen mientras me pedia que le metiera mano. Anoche lo hicimos en silencio, lo unico que se escuchaba era el sibilar del aire acondicionado. Fui metiendole progresivamente mas dedos por el culo, siempre preguntandole si no era demasiado, pero el me respondia invariablemente que no, que siguiera asi y cada vez mas fuerte. En un momento me pide que le suelte la verga, porque iba a acabar y que me concentrara en moverle la mano dentro de las tripas, asi que con la mano libre le empece a dar tirones del otro piercing que tiene en uno de los pezones, lo cual lo hizo rugir de gozo.

Finalmente me ordeno volver con esa mano a la chota. Y "ordenar" es el verbo correcto, porque el tipo da ordenes secas de mando. Y una mano se le fue hundiendo en el ojete, mientras con la otra le di masa a la chota hasta que senti una gota viscosa que me caia sobre uno de los talones. "Is it milk?" le pregunte. "Yeah!"

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