El pibe de la buena leche
El pibe de la buena leche también viene por Grindr. Es pendejo, todavía no cumple los treinta. Venezolano, y no parece muy atractivo en las fotos. Usa anteojos, es bajito y eso le da apariencia frágil. Pero cuando se saca la ropa es pura fibra, tiene un cuerpazo. Y cuando se saca los anteojos y sonríe le sale una expresión de mulato que me derrite la cola. Otro punto a favor es la voz, voz de machito, por más que en su perfil diga que es versátil. No hay un sólo centímetro de carne que le cuelgue. Maravillas de la juventud.
Como tiene poco tiempo quedamos de antemano que vamos a hacer sólo el masaje de pies, por medio arancel. Como lo veo vacilante, lo animo a sacarse el short, que ventila una verga ya empalmada de alegría. Me siento a su lado y, muy tranquilamente, le tomo los huevos en las manos mientras le pregunto acerca de sus últimos masajes, cómo fueron, qué tipo de técnica, etc. Todo en el tono más cordial y cotidiano, pero con los huevos tibios dentro de mi mano y la poronga de él bien parada. El pibe me contesta con naturalidad y se ríe cuando me confirma que sí, que el masaje anterior que tomó fue con final feliz.
Aclarados todos esos punto me siento a sus pies, hago la reverencia de sumisión al macho con que comienzo siempre y siento su olor pulcro. Cada vez que haga la reverencia, durante la sesión, voy a tener el mismo efecto sobre él, su erección se renueva y la pija se le pone al re palo.Este chico me agrada mucho, debo reconocerlo. Me gusta que esté limpio, que doble prolijamente la ropa cuando se la saca, que tenga bien afeitado el cuerpo. Me gustan sus músculos bien formados. Y me gusta su juventud llena de buena leche y de erección tan firme.
En los pies estoy media hora por reloj, porque venimos jugados. Y él se muestra muy receptivo a mis estímulos. Cuando se pone cómodo y se relaja, la erección se le baja. Pero cuando le masajeo los arcos externos vuelve a estar gomosa. Y si me inclino entre sus piernas a hacer la reverencia de sumisión, se pone al palo otra vez, de una manera infalible. Qué bueno que es trabajar para un machito así. Pura alegría.
Como le noto un morbo importante en los pies, reservo los últimos cinco minutos de ese masaje para hacerlo con adoración incluida. Le beso primero los metatarsos y, luego de chequear que no tenga hongos, comienzo a masajearle con la lengua los espacios entre los dedos. Veo que esto se la pone gomosa y paso a introducir uno a uno, empezando por el más chico, cada dedo en mi boca, succionándolos con suavidad. Cuando llego al dedo gordo, la tiene tan empalmada que parece que va a reventarle. Luego le presiono el centro del metatarso, que equivale en reflexología al plexo solar, con mi mentón, y masajeo toda la planta de su pie con mi mentón, en sentido longitudinal, refregando de paso su pie entero contra mi cara, que queda resbalosa de mi propia baba. Yo también quedo al palo: cómo me pone sentirme así bajo la planta de un buen machito. Se nota que es mi verdadero lugar en el mundo.
El sigue como si nada, quieto, bien modosito, la expresión serena. Su única muestra de actividad es la pija que le revienta de tanto que se le para. Repito todos los procedimientos con el otro pie, para que no se quede guachito y me coloco en posición de maniobrarle sobre la pija. Me lubrico los dedos y con cada mano le masajeo sendos pezones, bajo la cabeza y saco la lengua para titilarle el frenillo. Hago movimientos rápidos con la lengua sobre el frenillo, como si estuviera estimulando un clítoris, sin dejar de masajearle los pezones. Y luego me la meto hasta el fondo, de un tirón.
Estoy unos momentos así, dándole cabeza arriba y abajo, pero quiero llevarla más adentro, así que me incorporo para la postura de garganta profunda. Y ahí va la poronga del venezolanito, bien dura hasta más allá de la campanilla, y si no siento como mi nariz se le hunde en la base de los huevos, no me siento satisfecho. Así se lo hago hasta tres veces solamente, porque siento una irritación en la garganta (anoche dormí con el ventilador puesto), con intervalos donde recorro el glande con movimientos circulares de la lengua.
Vuelvo a la postura de maniobra sobre la pija y me calzo un guante de látex, para comenzar una estimulación suave del esfínter. En su perfil dice que es versátil y no quiero dejarlo sin estimulación anal. Voy despacio, con movimientos circulares, siempre por afuera, y haciendo leves presiones, masajeándole toda la pija con la otra mano, bien aceitada. Aumento la presión sobre el huesito dulce debajo del sacro y ahí el esfínter se entreabre un poco. Que lo tenga tan cerrado me hace dudar de la versatilidad que proclama en su perfil, y cuando hace una mueca le pregunto si está bien lo que estoy haciendo. Me dice que sí, que siga, pero se tapa la cara, para ocultarme sus gestos. Muy pudoroso.
Introduzco con suavidad el dedo mayor bien aceitado y me deslizo hacia la próstata y ahí él abre los brazos y se olvida de todo. El esfínter me aprieta tanto el dedo que me doy cuenta de que muy pocas veces alguien ha entrado por ahí. Pero él la está pasando bomba, la pija está más parada que nunca y yo dejo de masajearla con la mano, porque veo que se quiere tocar los pezones, y si puedo prevenir que él haga cualquier esfuerzo para maximizar su placer, voy a hacer lo que haga falta, así que utilizo la mano que tenía en la pija para estimularle los pezones por turno, la otra mano para masajearle la próstata y vuelvo a darle cabeza arriba y abajo en la pija.
Miro el reloj y veo que ya estamos sobre la hora. Yo no tengo problema en seguir, le digo, pero vas a llegar tarde a tu reunión en Palermo. El se lamenta de lo rápido que pasa el turno, mientras yo vuelvo a acariciarle el esfínter desde afuera. "Le damos un poco de ritmo? O preferís que te deje sin acabar", le pregunto. "Noooo! Hazme acabar! Me voy a volver loco si no lo haces". También me dice que él no suele ser pasivo, pero el masaje que le he hecho en el esfínter y en la próstata lo ha dejado con unas ganas tremendas de que me lo garche. Le digo, como para que no se haga ilusiones, que yo, como pasivo (subrayando pasivo), me pasa que suelo preferir el masaje de próstata a que me garchen, pero como el masaje de próstata lo sé hacer yo solamente, suelo terminar con una pija en el orto.
El se vuelve a reír con esos labios de mulato bonito que tiene, y esos dientos chatos y grandes con los que podría devorarme de un sólo bocado, y me dice que por favor vuelva a meterle el dedo hasta la próstata, para hacerlo acabar. "Qué hijo de puta que eres", gime de placer "cómo me haces gozar!". Y así, con una mano en la próstata, le sacudo la verga llena de aceite hasta que lo hago llegar al final, haciéndole soltar una serie de chorros largos y espesos, muy blancos, de buena leche.
Como tiene poco tiempo quedamos de antemano que vamos a hacer sólo el masaje de pies, por medio arancel. Como lo veo vacilante, lo animo a sacarse el short, que ventila una verga ya empalmada de alegría. Me siento a su lado y, muy tranquilamente, le tomo los huevos en las manos mientras le pregunto acerca de sus últimos masajes, cómo fueron, qué tipo de técnica, etc. Todo en el tono más cordial y cotidiano, pero con los huevos tibios dentro de mi mano y la poronga de él bien parada. El pibe me contesta con naturalidad y se ríe cuando me confirma que sí, que el masaje anterior que tomó fue con final feliz.
Aclarados todos esos punto me siento a sus pies, hago la reverencia de sumisión al macho con que comienzo siempre y siento su olor pulcro. Cada vez que haga la reverencia, durante la sesión, voy a tener el mismo efecto sobre él, su erección se renueva y la pija se le pone al re palo.Este chico me agrada mucho, debo reconocerlo. Me gusta que esté limpio, que doble prolijamente la ropa cuando se la saca, que tenga bien afeitado el cuerpo. Me gustan sus músculos bien formados. Y me gusta su juventud llena de buena leche y de erección tan firme.
En los pies estoy media hora por reloj, porque venimos jugados. Y él se muestra muy receptivo a mis estímulos. Cuando se pone cómodo y se relaja, la erección se le baja. Pero cuando le masajeo los arcos externos vuelve a estar gomosa. Y si me inclino entre sus piernas a hacer la reverencia de sumisión, se pone al palo otra vez, de una manera infalible. Qué bueno que es trabajar para un machito así. Pura alegría.
Como le noto un morbo importante en los pies, reservo los últimos cinco minutos de ese masaje para hacerlo con adoración incluida. Le beso primero los metatarsos y, luego de chequear que no tenga hongos, comienzo a masajearle con la lengua los espacios entre los dedos. Veo que esto se la pone gomosa y paso a introducir uno a uno, empezando por el más chico, cada dedo en mi boca, succionándolos con suavidad. Cuando llego al dedo gordo, la tiene tan empalmada que parece que va a reventarle. Luego le presiono el centro del metatarso, que equivale en reflexología al plexo solar, con mi mentón, y masajeo toda la planta de su pie con mi mentón, en sentido longitudinal, refregando de paso su pie entero contra mi cara, que queda resbalosa de mi propia baba. Yo también quedo al palo: cómo me pone sentirme así bajo la planta de un buen machito. Se nota que es mi verdadero lugar en el mundo.
El sigue como si nada, quieto, bien modosito, la expresión serena. Su única muestra de actividad es la pija que le revienta de tanto que se le para. Repito todos los procedimientos con el otro pie, para que no se quede guachito y me coloco en posición de maniobrarle sobre la pija. Me lubrico los dedos y con cada mano le masajeo sendos pezones, bajo la cabeza y saco la lengua para titilarle el frenillo. Hago movimientos rápidos con la lengua sobre el frenillo, como si estuviera estimulando un clítoris, sin dejar de masajearle los pezones. Y luego me la meto hasta el fondo, de un tirón.
Estoy unos momentos así, dándole cabeza arriba y abajo, pero quiero llevarla más adentro, así que me incorporo para la postura de garganta profunda. Y ahí va la poronga del venezolanito, bien dura hasta más allá de la campanilla, y si no siento como mi nariz se le hunde en la base de los huevos, no me siento satisfecho. Así se lo hago hasta tres veces solamente, porque siento una irritación en la garganta (anoche dormí con el ventilador puesto), con intervalos donde recorro el glande con movimientos circulares de la lengua.
Vuelvo a la postura de maniobra sobre la pija y me calzo un guante de látex, para comenzar una estimulación suave del esfínter. En su perfil dice que es versátil y no quiero dejarlo sin estimulación anal. Voy despacio, con movimientos circulares, siempre por afuera, y haciendo leves presiones, masajeándole toda la pija con la otra mano, bien aceitada. Aumento la presión sobre el huesito dulce debajo del sacro y ahí el esfínter se entreabre un poco. Que lo tenga tan cerrado me hace dudar de la versatilidad que proclama en su perfil, y cuando hace una mueca le pregunto si está bien lo que estoy haciendo. Me dice que sí, que siga, pero se tapa la cara, para ocultarme sus gestos. Muy pudoroso.
Introduzco con suavidad el dedo mayor bien aceitado y me deslizo hacia la próstata y ahí él abre los brazos y se olvida de todo. El esfínter me aprieta tanto el dedo que me doy cuenta de que muy pocas veces alguien ha entrado por ahí. Pero él la está pasando bomba, la pija está más parada que nunca y yo dejo de masajearla con la mano, porque veo que se quiere tocar los pezones, y si puedo prevenir que él haga cualquier esfuerzo para maximizar su placer, voy a hacer lo que haga falta, así que utilizo la mano que tenía en la pija para estimularle los pezones por turno, la otra mano para masajearle la próstata y vuelvo a darle cabeza arriba y abajo en la pija.
Miro el reloj y veo que ya estamos sobre la hora. Yo no tengo problema en seguir, le digo, pero vas a llegar tarde a tu reunión en Palermo. El se lamenta de lo rápido que pasa el turno, mientras yo vuelvo a acariciarle el esfínter desde afuera. "Le damos un poco de ritmo? O preferís que te deje sin acabar", le pregunto. "Noooo! Hazme acabar! Me voy a volver loco si no lo haces". También me dice que él no suele ser pasivo, pero el masaje que le he hecho en el esfínter y en la próstata lo ha dejado con unas ganas tremendas de que me lo garche. Le digo, como para que no se haga ilusiones, que yo, como pasivo (subrayando pasivo), me pasa que suelo preferir el masaje de próstata a que me garchen, pero como el masaje de próstata lo sé hacer yo solamente, suelo terminar con una pija en el orto.
El se vuelve a reír con esos labios de mulato bonito que tiene, y esos dientos chatos y grandes con los que podría devorarme de un sólo bocado, y me dice que por favor vuelva a meterle el dedo hasta la próstata, para hacerlo acabar. "Qué hijo de puta que eres", gime de placer "cómo me haces gozar!". Y así, con una mano en la próstata, le sacudo la verga llena de aceite hasta que lo hago llegar al final, haciéndole soltar una serie de chorros largos y espesos, muy blancos, de buena leche.
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