El asesino de Lennon
El único cliente nuevo que tuve esta semana fue el primero de los tres, también el menos interesante. Y no era la primera vez que me contactaba, ya que, como guardo todos los mensajes que recibo, tenía una consulta suya de hace un tiempo, bastante largo, en el que me preguntaba si podía atenderlo inmediatamente. Por alguna razón en esa ocasión le dije que no y él me había contestado que me volvía a llamar la semana siguiente. Cosa que no hizo hasta ahora, que volvió a encontrarme publicado.
En esta ocasión también me pidió que lo atendiera inmediatamente, que él era curioso y que quería probar. Se ve que esta cuestión de la atención inmediata es muy característica de los padres de familia consolidados, que tienen que aprovechar los momentos de oscuridad que se abren de repente en sus rutinas conyugales. Subiendo por el ascensor me comentaba que un amigo suyo le había recomendado que probara una sesión con un "muchacho". No yo, cualquiera. A mí era él que me había elegido.
En su foto de whatsapp el tipo está posando con una linda familia hétero, su mujer, su hija mayor y una bebita. Todos muy felices y plenos. Físicamente no era muy agradable. De cara se parecía al asesino de John Lennon, Mark Chapman, pobre, parecerse a una persona así es todo un karma. Tenía problemas lumbares, desproporcionados para su poca panza, pero luego me explicó que se había hecho un bypass gástrico, así que eso explicaba todo.
Su olor era desagradable y eso contribuía a una sensación general de repulsión que me generaba toda su persona. Qué importante es el olor, cómo actúa de indicador de lo que sucede dentro de un organismo. Tampoco me daba mucho morbo lamerle la pija, porque chorreaba demasiado presemen. Igual procuré que no se notara. Utilicé todo ese presemen para hidratar todo alrededor del glande y comenzar así un leve masaje genital. La pija era muy chica, y se perdía entre una mata gruesa y negra de pelo. Antes de ponérmela en la boca ya la había limpiado bien con aceite.
Como asumía que tenía ganas de tocarme la pija, me senté al lado suyo y cuando él le acercó la mano tuve la sorpresa agradable de que su tacto era muy suave y logró que se me parara enseguida.Ver mi propia pija que se hinchaba en su mano y compararla tan grande en relación con la suya que era diminuta, me excitaba todavía más. Ahí me calcé un guante y empecé a masajearle suavecito el esfínter mientras él me seguía pajeando. Emitía unos gemidos delicados mientras introducía apenas un dedo dentro del recto, no muy adentro.
"Vos no penetrás, no?" me dijo en un susurro. "No", le confirmé. "Entonces te la puedo meter yo?". Y le puse un forro y me senté encima en la postura tántrica y, esto es lo bueno de las pijas chicas, no hizo falta demasiado tiempo hasta que empecé a caderear en cuclillas encima suyo. Cuando sentí que mi cola se abría demasiado para su tamaño empecé a presionarlo con mi esfínter mientras movía la pelvis y con unas pocas retroversiones y anteversiones, lo hice acabar. Cuando la saqué de mi cola, la leche, al ser tan angosta la pija, se había derramado hacia abajo del forro, pero sin llegar a salirse. Hacia mucho que no veía algo así. Cuando se incorporó entró una luz dorada por la ventana, que iluminó su cara de satisfacción por lo que, me dijo, había sido una cojida muy diferente a las de siempre. Yo me arrodillé a besarle la panza.
En esta ocasión también me pidió que lo atendiera inmediatamente, que él era curioso y que quería probar. Se ve que esta cuestión de la atención inmediata es muy característica de los padres de familia consolidados, que tienen que aprovechar los momentos de oscuridad que se abren de repente en sus rutinas conyugales. Subiendo por el ascensor me comentaba que un amigo suyo le había recomendado que probara una sesión con un "muchacho". No yo, cualquiera. A mí era él que me había elegido.
En su foto de whatsapp el tipo está posando con una linda familia hétero, su mujer, su hija mayor y una bebita. Todos muy felices y plenos. Físicamente no era muy agradable. De cara se parecía al asesino de John Lennon, Mark Chapman, pobre, parecerse a una persona así es todo un karma. Tenía problemas lumbares, desproporcionados para su poca panza, pero luego me explicó que se había hecho un bypass gástrico, así que eso explicaba todo.
Su olor era desagradable y eso contribuía a una sensación general de repulsión que me generaba toda su persona. Qué importante es el olor, cómo actúa de indicador de lo que sucede dentro de un organismo. Tampoco me daba mucho morbo lamerle la pija, porque chorreaba demasiado presemen. Igual procuré que no se notara. Utilicé todo ese presemen para hidratar todo alrededor del glande y comenzar así un leve masaje genital. La pija era muy chica, y se perdía entre una mata gruesa y negra de pelo. Antes de ponérmela en la boca ya la había limpiado bien con aceite.
Como asumía que tenía ganas de tocarme la pija, me senté al lado suyo y cuando él le acercó la mano tuve la sorpresa agradable de que su tacto era muy suave y logró que se me parara enseguida.Ver mi propia pija que se hinchaba en su mano y compararla tan grande en relación con la suya que era diminuta, me excitaba todavía más. Ahí me calcé un guante y empecé a masajearle suavecito el esfínter mientras él me seguía pajeando. Emitía unos gemidos delicados mientras introducía apenas un dedo dentro del recto, no muy adentro.
"Vos no penetrás, no?" me dijo en un susurro. "No", le confirmé. "Entonces te la puedo meter yo?". Y le puse un forro y me senté encima en la postura tántrica y, esto es lo bueno de las pijas chicas, no hizo falta demasiado tiempo hasta que empecé a caderear en cuclillas encima suyo. Cuando sentí que mi cola se abría demasiado para su tamaño empecé a presionarlo con mi esfínter mientras movía la pelvis y con unas pocas retroversiones y anteversiones, lo hice acabar. Cuando la saqué de mi cola, la leche, al ser tan angosta la pija, se había derramado hacia abajo del forro, pero sin llegar a salirse. Hacia mucho que no veía algo así. Cuando se incorporó entró una luz dorada por la ventana, que iluminó su cara de satisfacción por lo que, me dijo, había sido una cojida muy diferente a las de siempre. Yo me arrodillé a besarle la panza.
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