Animales totémicos
Estoy recibiendo muchos llamados de La Matanza. Parece que mi anuncio en Locanto aparece listado en esa zona, bastante lejana de donde estoy en realidad. Esto resulta en que el interés se descarta en cuanto les digo dónde atiendo. Pero ayer uno agarró viaje y se vino hasta acá. Tardó una hora y media en llegar. Era un tipo grandote, promediando la cincuentena. Bastante alto, me costó recostarlo a lo largo del cuartito, Probamos varias posturas hasta que encontramos la más cómoda para empezar el masaje. Se dedicaba a la venta de camiones. Ex rugbier. Muy masculino. Me pagó antes de comenzar y me pidió que contara bien la guita. Se ve que había tenido malas experiencias al respecto. Tenía todas las pantorrillas quemadas con aceite. Así que no se las toqué mucho. Le trabajé los pies y después la espalda. Hacía dos meses de su último masaje. Una experiencia frustrante, al parecer. La masajista era una pelotuda, me decía, todavía con rabia, porque no dejaba de aumentarle el arancel cada vez que le pedía algo. Imagino lo que le pedía, porque ni bien le toqué la garompa me aclaró que a él le iba el masaje de próstata. Así que me puse el guante de látex y me mandé adentro. El tipo era tan grandote que tuve que esforzarme hasta llegar a tocársela, pero cuando hice contacto empezó a caderear con una flexibilidad insospechada. Se nota que tenía buena experiencia en que lo culearan. Me pidió que me lo garchara, pero le dije que no, que era pasivo. Así que me garchó él. Primero me senté sobre su pija y después parados. Cuando estuvo por acabar la sacó y me pidió que lo terminara con la mano. Al excitarse movía la lengua compulsivamente contra los labios, de manera que la boca parecía latir, como la boca de un pez que boquea fuera del agua. Conexiones extrañas: su foto de whatsapp aparecía en un río sosteniendo en las manos un gran pescado.
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