Servidor de buenos y de malos
Antes de las fiestas me quedaron un par de polvos por anotar, uno había sido bastante repulsivo. Era un barrendero, bastante joven, veintilargos. Uno de los cuerpos más deformes que vi en mi vida, sus piernas eran esqueléticas, que casi parecían salidas de un campo de concentración, y el vientre estaba hinchado por la mala alimentación. Su higiene personal era horrorosa, tenía el prepucio lleno de quesillo, que son los resos de leche solidificados debajo del glande, y yo tenía que contenerme de la náusea que me daba tocarlo. No lo mandé a bañarse, lo lavé yo mismo con aceite e, inadvertidamente, le untaba los restos de quesillo en los gemelos, una parte del cuerpo a la que no pensaba volver, porque no quería que mis toallas quedaran impregnadas. Imagínense, cuando me pusiera a transpirar, no me iba a secar con algo lleno de ese quesillo. No recuerdo si se la chupé, creo que no, que zafé con hacerle sólo una manual, aunque al final igual la tenía limpia a la pija, me daba tremenda impre...